“El sabotaje y las maniobras de obstrucción han llegado (…) Mientras continuemos cercados por el capitalismo, siempre tendremos saboteadores, obstruccionistas y espías. (…) Tendremos que extirpar a estas personas, triturarlas sin cesar, sin compasión, porque son los enemigos de la clase trabajadora, son traidores a nuestra patria”.
Las palabras no son de Maduro, aunque se le pudieran atribuir. En los últimos seis meses no ha hecho otra cosa que repetir en forma pertinaz expresiones muy similares para justificar el indiscutible fracaso económico de su nefasta gestión.
De manera enfática, iracundo, “engorilado”, diría un “piedrero”, ha insistido en la existencia de “un plan de desestabilización-
Qué “guerra económica” puede haber contra un régimen que importa el 80 % de lo que consume, con un cambio monetario oficial de bs 6,30 por dólar que desestimula la producción nacional al hacer más fácil importar que producir, con un gobierno que va a China con los pantalones por los tobillos a entregar el oro y el petróleo de los venezolanos fortaleciendo un insólito esquema de dependencia semicolonial con la potencia asiática.
La guerra económica y el saboteo es el legado el líder intergaláctico. Es la patología típica de un Estado paranoico como el que dirigía José Stalin, autor de las palabras iniciales pronunciadas en 1937, en el Comité Central del Partido Comunista, anunciando una nueva escalada de terror.
Hoy, son otros tiempos y otras las circunstancias, Maduro juega con candela y se puede quemar.