Una rara sensación existe en Venezuela. Predomina un ambiente de dificultades. Problemas de todo tipo agobian al venezolano. Una inflación galopante diluye los salarios de los trabajadores a lo que se agrega una escasez pronunciada de bienes, que según el BCV alcanza al 20,0%. Conseguir los alimentos se ha convertido en una proeza a la vez que implica un peregrinaje indignante al ver a los venezolanos deambulando en búsqueda de comida. La respuesta del Ejecutivo a esta situación ha sido la de acusar a los sectores empresariales de estar forjando una guerra económica. En tanto que el desabastecimiento no cede, el gobierno optó por la vía más fácil y más costosa: la importación de cientos de toneladas de alimentos desde Colombia, pagaderas con bonos, en vista de que las reservas líquidas del BCV están menguadas.
Para todos los fines prácticos no hay conducción ni liderazgo en materia económica. Jorge Giordani, quien dirigió el elenco hasta marzo de 2013, fue sustituido por Nelson Merentes, quien pasó ocupar la cartera de las finanzas públicas. Ahora, como ambos no se ponen de acuerdo y Maduro no tiene la autoridad para tomar una decisión definitiva, creó el Órgano Superior de la Economía, a cargo del Mayor General Hebert García Plaza, quien ocupa al mismo tiempo el despacho de Transporte Acuático y Aéreo. Forma parte también de ese órgano, el farmacéutico de profesión Eduardo Samán. Así se está manejando la economía, no obstante las muestras de amplitud del Mayor General García Plaza, quien parece comprender mejor los problemas actuales de la economía que Merentes y Giordani juntos.
Mientras todo esto sucede, el dólar negro alcanza valores siderales ante la mirada atónita y desconcertada de unas autoridades económicas que no atinan a avenirse sobre cómo encarar esta disparada del precio del dólar. Hace veinte días el presidente Maduro afirmó que ya estaba diseñado el “nuevo mercado cambiario, moderno y eficiente” y que luego de su llegada de China el mismo se pondría en vigor. Casi un mes después de aquel anuncio, el Ejecutivo sigue paralizado, como si estuviera mirando para el cielo esperando una solución proveniente del más allá. Es tal el desconcierto en las filas del gabinete que todo lo que se anuncia es para agravar la crisis de reservas internacionales, tales como aquellas de levantar las restricciones que el mismo gobierno impuso hace varios años para evitar que las importaciones aumentaran. Todas esas acciones implican mayores erogaciones de divisas hoy escasazas sin que aumente la generación de moneda extranjera.
En el frente del orden y seguridad pública las cosas marchan peor. El hallazgo de un cuantioso cargamento de cocaína en un avión de Air France proveniente de Caracas desnudó la realidad de un tráfico de drogas que tiene a Venezuela como pivote. A esto se añade una matazón de ciudadanos, policías y miembros de la Fuerza Armada Nacional a manos de un hampa desbordada. Pero esto no es todo. Lo peor es la impresión que existe de que el Estado está rebasado por un conjunto de grupos armados y semi armados que infunden el terror en las calles de Venezuela. Cada entierro de un motorizado transforma las calles y avenidas en una especie de polígono de tiros y en territorio propicio para el saqueo. Recientemente, la detención de un motorizado que infringió la ley en Petare, Caracas y que fue detenido por la Guardia Nacional, desató la irá de sus congéneres, quienes atacaron a plomo limpio a los guardias nacionales, hoy desautorizados para restaurar el orden público. El 26 de septiembre de 2013, una unidad de transporte proveniente de Colombia con carne refrigerada sufrió un accidente en la autopista del Este en Caracas. He aquí el relato de una autoridad policial sobre el accidente. “Hubo dos situaciones de saqueo. La primera se produjo a las seis de la mañana pero los funcionarios pudieron controlarla; luego, cerca de las 9 de la mañana cuando movilizaban la gandola con una grúa hacia el punto de auxilio vial en el distribuidor Altamira, nuevamente los motorizados intentaron saquearla y empezó una lluvia de piedras contra los policías que dejó como saldo cuatro funcionarios lesionados y una unidad de la PNB con los vidrios dañados, al igual que la grúa que movilizó el camión. Lo más lamentable y triste es que al chofer prácticamente lo terminaron matando, porque no les importó que estuviese agonizando, lo único que querían era llevarse la carne”. El conductor de la grúa que remolcó la gandola averiada, afirmó: “Es la primera vez que veo este vandalismo. Parecían unos animales… No les importó que el chofer se estaba muriendo”.
Ha resultado costosísimo para el país la política que siguió el gobierno de armar y dejar hacer a los motorizados. Primero intimidaron y atemorizaron a ciudadanos indefensos y ahora hacen lo mismo con los cuerpos policiales y militares que lucen minúsculos ante esa fuerza indómita. No se trata solamente de un mal gobierno sino que no hay gobierno en Venezuela.