El país sufre actualmente la crisis económica más severa de los últimos treinta años. Nada de lo anterior se parece a lo que hoy vive Venezuela. Son los venezolanos testigos de acontecimientos desconocidos para la mayoría de ellos. Cinco elementos hacen a esta crisis diferente de las que antes habían azotado a Venezuela. En primer lugar, un gigantesco déficit fiscal, que aunque no haya cifras oficiales porque están escondidas, calculado en más de 12,0% del PIB ha dinamitado las bases ya precarias de la estabilidad macroeconómica de Venezuela. En segundo lugar, una crisis monetaria derivada de lo anterior, que se expresa en un desprecio de los venezolanos por el bolívar. La moneda nacional está en vías de desaparecer producto de la inflación que ha generado el BCV al financiar imprimiendo dinero el enorme déficit fiscal del sector público. En tercer lugar, el BCV ha venido perdiendo reservas internacionales de forma sostenida a lo largo de 2013 hasta el punto de haberse evaporado más de 25,0% de los activos de reservas del BCV a finales de noviembre de 2013. Ello configura claramente una crisis de balanza de pagos. En cuarto lugar, existe una crisis petrolera, debido a la crítica situación en la cual se encuentra PDVSA, imposibilitada de aumentar la producción y sin flujo de caja suficiente para financiar sus operaciones. Finalmente, existe una crisis en el liderazgo para conducir los asuntos de la economía. No hay una figura con peso específico dentro del gabinete que pueda articular una política económica creíble y coherente.
Estos elementos han llevado al gobierno de Maduro a adoptar medidas que lo están conduciendo a un callejón sin salida del cual no va a salir librado sin incurrir en un enorme costo económico y político. Así, para hacer frente a un deterioro creciente de su valoración por parte de los venezolanos, optó el gobierno primero por ocupar un conjunto de empresas distribuidoras de electrodomésticos a lo que siguió la orden de que el público vaciara esos establecimientos. Como un control llueva a otro control, decretó el gobierno una rebaja de precios en bienes tales como repuestos automotrices, textiles, zapatos, entre otros, sin importar que se pudiese generar un serio problema de desabastecimiento.
Todo ello provocó semanas de frenesí por parte de consumidores que aprovechando las disminuciones de precios dejaron sin existencias buena parte al comercio de línea blanca, artículos de ferreterías, las tiendas de vestidos y calzado, entre otros establecimientos. Ahora habrá que reponer esos inventarios con una erogación importante de divisas que hoy escasean, en un mes poco propicio para ello. Basado no se sabe en que evidencias, dictó el gobierno una resolución que puede liquidar el comercio minorista en los centros comerciales al fijar los cánones de arrendamiento en valores absolutamente ridículos, que harán inviable esa actividad. En paralelo, creó el gobierno el Centro de Comercio Exterior con el objeto de implantar un monopolio en lo relativo a las importaciones, reforzando, en vez de relajar, el control de cambio.
De esta manera, el Estado da un paso fundamental en la destrucción de una de las piezas fundamentales para el funcionamiento de la economía: el sistema de precios. Ya los precios están dejando de aportar información a la economía porque el gobierno ha sustituido el acuerdo voluntario entre compradores y vendedores para determinar los precios, por caprichos personales.. Ello encara un riesgo real de agravar las distorsiones de la economía. Cuando el gobierno reprime los precios para que éstos no suban cuando las condiciones de la economía así lo exigen, el resultado de tal acción suele ser la escasez. Nadie, con algún grado de alfabetismo en asuntos económicos, puede pensar que con un banco central creando dinero de la nada, expandiendo los medios de pagos cada año en 70,0%, los precios pueden permanecer estáticos. No da la imaginación para creer que después de una devaluación de 46,0% en la tasa de cambio oficial en febrero de 2013 y de más de 120,0% en la tasa de cambio paralelo a lo largo de este año, los precios no van a subir. Es impensable asumir que tras una pérdida sustancial de reservas del BCV y con reservas líquidas de apenas US$ 1.100 millones, las más bajas en cinco años, no va a ocurrir una nueva devaluación del bolívar en 2014.
El asunto crítico al que nos enfrentamos es al hecho de que una estatización de la economía como la que está adelantando el gobierno de Maduro en medio de la crisis anteriormente descrita no se puede hacer sin la acentuación de los rasgos autoritarios del gobierno. Todas las experiencias, tanto las del fascismo como las del comunismo apuntan en esa dirección. Fascismo y comunismo tuvieron como eje constitutivo el control del Estado sobre la economía. Queda de parte de los venezolanos evitar que se consume la vía venezolana al totalitarismo.