La descomunal marcha en Caracas el sábado 22 de marzo no debe desmeritar la inmensidad de las movilizaciones en San Cristóbal, Valencia, Maracaibo, Barquisimeto, Mérida y otras grandes ciudades del país el mismo día. Cualquiera de ellas fue considerablemente mayor a la esmirriada caminata roja en Caracas en la cual se invirtieron cuantiosos recursos sustraídos del Tesoro Nacional para tan mediocre resultado. Es justo hacia esa penosa concurrencia oficialista, que despertó el humor negro de un jodedor en twitter recomendándole que la próxima vez marcharan por la acera, adonde debemos dirigir la mirada.
Los continuos gritos desesperados y las amenazas de Maduro contra los empleados públicos del régimen han sido un cóctel mortal contra su deseo de producir una marcha cuya asistencia y alegría recuerde las antiguas “contramarchas” empujadas a punta de “misiones” hace una década por el Galáctico. Nadie se cala su malandreo.
Pero la clave para explicar el inocultable fracaso de las convocatorias de Maduro está en su nefasta política económica. El “presidente obrero” ha aprobado varias devaluaciones que ya superan el 400% como parte de la aplicación de un mediocre “paquete” cuya esencia “neoliberal” no la puede tapar autodeclarándose “revolucionario y socialista”. El “megaajuste neoliberal” es inocultable, eso lo saben todos los chavistas, incluidos los uña en el rabo. Hasta la tan cacareada ley de “precios justos” ha debido metérsela en el “paltó” al ser superada por la realidad de aumentos de precios de hasta 150% en los mercales y pdvales. Las contramarchas rojas revelan los efectos de la devalución. Son contramarchas devaluadas.