La Suprema Corte de los Estados Unidos (SCOTUS) anunció hoy su decisión de no reabrir el caso de Argentina versus los acreedores que no aceptaron la restructuración de la deuda, los así llamados “holdouts” o, en la terminología popular, fondos buitres. Esta decisión, que ha tomado de sorpresa a muchos, confirma tres puntos fundamentales. El primero es la fuerte y clara independencia de poderes, y particularmente SCOTUS, dentro de los Estados Unidos.
El segundo se refiere a la integridad del estado de derecho en los países avanzados, aunque a veces menospreciado por otros, y del valor de los derechos contractuales. El tercero es la uniformidad de decisión a todos los niveles de la justicia, primera instancia, apelación y máximo tribunal, respecto de la aplicación y la constitucionalidad de la ley. El hecho que no hubiese desviación respecto de estos principios es crucial, pero lamentablemente no fue entendido por diferentes protagonistas del juicio, y en particular el gobierno argentino, el ejecutivo de los EEUU y otros países, los analistas de Wall Street y Argentina, y los medios como consecuencia.
Los miembros del Club de Paris se desviaron de prácticas previas, aceptadas y prudentes, como la intervención del Fondo Monetario Internacional en la evaluación de la situación económica del país. Sin embargo, sus argumentos respecto de los efectos nocivos de un rechazo del SCOTUS del pedido Argentino no fueron convincentes, frente al hecho concreto que la Argentina no cumplió con sus contratos y fue esquiva en cuanto a si cumpliría la decisión judicial de pagar a los “holdouts”. La Corte también rechazó el pedido de extraterritorialidad en cuanto a la información acerca de fondos argentinos fuera de los Estados Unidos, probablemente debido a los antecedentes en cuanto a la protección de sus activos, por ejemplo en cuanto al Bank of International Settlements (BIS).
El resultado de la decisión no tiene ambigüedades y elimina todo tipo de tácticas y estrategias para pasarle la cuenta al próximo gobierno de Argentina. Las consecuencias inmediatas en el país son claras. Independientemente del mensaje presidencial, aumentarán las presiones sobre el dólar blue o paralelo, bajarán los títulos, que implicará pérdidas importantes para los inversores que confiaban que Argentina se impondría, sin querer ver el comportamiento de SCOTUS respecto de temas constitucionales. Por supuesto estos inversores actuaron igualmente que los “holdouts”, ya que compraron títulos baratos para venderlos caros.
La economía argentina sufrirá ahora directamente, pues corre peligro tanto el flujo de capitales, que hubiesen surgido del acuerdo con el Club de Paris, como el que pudiera estar asociado a las enormes reservas de gas no convencional de Argentina. Todo esto llevara a que la recesión se profundice. La única solución es sentarse con los “holdouts” y negociar, ahora desde una posición más débil que hace una semana.
El default técnico en las condiciones actuales sería la peor salida, porque quebraría todos los acuerdos obtenidos hasta ahora y que beneficiaban a la Argentina. Mientras antes se solucione el tema, haciendo uso de fórmulas legales y financieras creativas, junto con políticas macroeconómicas ortodoxas, más rápido se podrá salir de esta crisis. De hecho debe recordarse que esta crisis, aunque no el default, fue originada por el mismo gobierno que ahora enfrenta sus consecuencias, y de las que no puede escaparse con su usual retórica.
Claudio Loser es graduado en la Universidad de Cuyo, Argentina, recibió su Maestría y Doctorado en Economía en la Universidad de Chicago. Fue profesor en la Universidad de Cuyo y en la American University. Desde1994 hasta 2002, fue director del Departamento del Hemisferio Occidental en el FMI.