Usted es un profesor en una universidad de Nueva Inglaterra. Usted ha ido en un viaje de negocios en el Medio Oriente. A las 3 de la mañana, mientras que usted está tratando de ponerse al día con su sueño y con el desfase horario, su hija lo llama. Ella está angustiada porque el presidente Obama acaba de estar en televisión en cadena nacional y pasó 10 minutos diciéndole al país que usted es un ladrón y un asesino financiero, que conspira con fuerzas extranjeras oscuras para hacerle daño a la nación. Mientras que en su perorata, le ordena al fiscal General y al Procurador que actúen en su contra.
Usted sabe que todas estas acusaciones son infundadas, pero es fácil imaginar lo que sucedería a continuación. Antes de que tuviera la oportunidad de llamar a su abogado, CNN, Fox News, MSNBC, CNBC lo llaman para confirmar o negar la acusación. Habían revisado su cuenta de Twitter, sus publicaciones y con sus conocidos para tratar de averiguar quién eres y por qué el presidente está diciendo esas cosas de ti en la televisión nacional. Dado el absurdo de las afirmaciones, los líderes en el Congreso y el Senado se moverían para la creación de un comité ad hoc para estudiar la salud mental del presidente Obama o en su juicio político por abuso de poder, así como todo tipo de otras quejas que ya tienen contra él.
En cualquier caso, al contemplar la información que su hija le entrega, el único miedo que le viene a la mente es que su hija puede estar teniendo un delirio esquizofrénico, porque un evento tan ridículo nunca podría suceder.
Y no se puede. El imperio de la ley, el sistema de pesos y contrapesos, y una cultura universal de respeto a la libertad de expresión harían esta historia completamente imposible en los Estados Unidos.
Sin embargo, la historia es verdadera, excepto por un pequeño detalle. El presidente en cuestión no es Obama, sino Nicolás Maduro, el déspota que actualmente gobierna el país de mi nacimiento, Venezuela. El hecho de que tal cosa sucediera es sólo otro síntoma de la falta de libertad en mi país.
¿Cómo hemos llegado acá? El viernes 5 de septiembre publiqué mi artículo de opinión en Project Syndicate esta vez co-escrito por mi compatriota y colega, Miguel Ángel Santos. Se debatió la catastrófica mala gestión económica de Venezuela. A pesar de los altos precios del petróleo, el país ha estado funcionando con un déficit fiscal de dos dígitos durante los últimos tres años. No es posible encontrar personas para financiar la brecha, el Banco Central ha estado imprimiendo dinero como si fuera a pasar de moda. Para evitar que los venezolanos se lleven todo ese dinero de comiquita fuera del país, los funcionarios del banco pusieron en funcionamiento controles de cambio.
En la actualidad, el dólar en el mercado negro obtiene 15 veces más bolívares que en el más fuerte de los tres tipos de cambio oficiales. La inflación es la más alta del mundo en este momento. Los controles de precios generalizados han llevado a una escasez masiva, incluyendo medicamentos y equipos médicos, causando que hospitales suspendan hasta tratamientos para el cáncer y todo menos las intervenciones quirúrgicas de emergencia. La escasez de repuestos ha parado a gran parte de la flota de autobuses y camiones. Las compañías aéreas han dejado de volar al país.
En parte, esta sombría situación es culpa del gobierno, que ha dejado de pagar varias deudas grandes. Frente a las elecciones de 2012 y 2013, el gobierno autorizó la importación de más de lo que podía permitirse. A medida que las facturas se vencían, dejó de pagarlas, por lo que ha acumulado una montaña de atrasos medidos en decenas de miles de millones de dólares estadounidenses.
Wall Street, mirando este desastre, ha tratado los bonos venezolanos como entre los de mayor riesgo en el mundo, exigiendo primas de riesgo que son el doble de los de Bolivia, cuatro veces las de Nigeria y 13 veces las de México o Chile. Temen claramente que el default (impago) puede suceder. En nuestro artículo, nos preguntamos ¿por qué un gobierno que se autodefine como “Bolivariano, Revolucionario y Socialista” habría optado por incumplir los pagos de las importaciones que había autorizado, pero no de sus bonos extranjeros? ¿Por qué hace default a los 30 millones de venezolanos, pero no a Wall Street?
Desde que el artículo de opinión fue publicado, las primas de riesgo han subido aún más, ya que el mercado volvió a examinar la posibilidad de repago. Fue este resultado lo que desencadenó ira de Maduro.
¿Pero por qué una perorata amenazante? ¿Por qué no una discusión sobre los hechos y las cifras alternas que podrían persuadir a los mercados de otro modo? ¿Por qué pensaría que mentir acerca de mí le haría más creíble a Wall Street? ¿Era una táctica para desviar las cuestiones morales que hemos planteado, o es que ocurre porque los déspotas que no tienen controles a su poder y no tienen necesidad de pensar dos veces antes de hablar? No sé la respuesta..
La otra cuestión es ¿qué tan asustado debería estar, dadas las amenazas judiciales de Maduro? Desde el extranjero, Maduro se ve como un bufón, otra versión de Chávez o Mussolini. Dudo que sea capaz de hacer mucho daño.
Pero los venezolanos que están tratando de ganarse la vida en ese país deben ser muy valientes. A ellos les pueden retirar sus pasaportes, su solicitud de divisas negada, o sus negocios cerrados. El gobierno podría echarlos a la cárcel durante un año o dos mientras prepara un juicio contra ellos.
Después de todo, Leopoldo López – un ex alcalde, un graduado de la Escuela Kennedy de Harvard, y un líder de la oposición – ha estado en confinamiento solitario desde febrero. Se le acusa, en esencia, de decir lo que pensaba. Y esto, a pesar de las demandas internacionales masivas para su puesta en libertad, incluyendo al Departamento de Estado de Estados Unidos, que calificó su juicio como una farsa. Cientos de venezolanos están en la cárcel, y miles tienen casos judiciales pendientes para expresar su oposición al gobierno.
Entonces, ¿qué le dije a mi hija esa noche? Le dije que no se preocupara por mí, porque soy libre, pero que todos debemos preocuparnos por Venezuela, porque no lo es.
Ricardo Hausmann es economista. Profesor en la Universidad de Harvard, en EE.UU.
Publicado originalmente en The Boston Globe (EEUU) / Traducción libre por lapatilla.com