Qué habrá querido decir Maduro en la ONU con eso de que su gobierno ha cumplido durante su gestión con las metas del milenio, cuando cifras de Datanálisis refieren que al menos 80 por ciento de los 30 millones de venezolanos consideran que la vida del país se ha convertido en un desastre, en una catástrofe nacional. Parafraseando su misma línea en el Bronx para referirse a Obama: “Creo que (el presidente) vive como en una burbuja”.
Salgan a la calle de noche y conocerán el terror y el desamparo. Cojan carretera y verán un país fantasmal. Vayan de farmacia en farmacia preguntando por cualquier medicina que jamás encontrarán, intenten buscar una batería para el carro o comprar los útiles escolares, buscar en alquiler un apartamento o tratar de alimentar a una familia con un sueldo mínimo que bajó de 80 a 40 dólares en tan solo tres semanas. Este gobierno quebró a los venezolanos, ese fue el sacudón que recibimos, el impacto fulminante del nuevo modelo de vida del chavismo basado en la angustia, la incertidumbre y la desesperación como plan de la patria.
El truco de magia basado en el populismo se agotó. Chávez logró alargarlo por más de 15 años tratando de encantar a millones de seguidores enceguecidos por su personalidad y la promesa de vivir a costa del Estado, de lo expropiado, del trabajo de los demás, dispuestos incluso a obedecerlo en todo con tal de recibir una vida mucho más fácil, predecible e inmediata.
El populismo basado en la repartición de dineros de las arcas públicas para ganar votos, terminó convirtiéndose en la llave de entrada del militarismo más rancio y recalcitrante que se apoderaría de todas las instancias del poder para demostrar de forma insólita, que los aspectos de la modernidad, el progreso y el crecimiento de la calidad de vida de los ciudadanos no se debaten nunca en un cuartel sino en el propio mercado.
No en balde ninguno de los negocios de maletín que malversaron los 25 mil millones de dólares con la obtención de divisas preferenciales a través de un CADIVI militarizado fue previsto para crecer, hacer raíces o estabilizarse en Venezuela, sino para cobrar el cheque en bruto y malgastarlo en propiedades y lujos en el exterior. Los militares “revolucionarios” tienen la visión de un quincallero para los negocios, no siembran y era cuestión de tiempo que termináramos en una crisis sin precedentes con devaluación, inflación y pobreza.
Un amigo me dijo que la economía siempre busca su cauce en medio de la tormenta, no se puede decretar bajar los precios de los productos a la brava después de expropiar empresas y haber saqueado las arcas del tesoro con compañías fantasmas dedicadas a la importación de alimentos, “porque tarde o temprano la economía te tumba o te hace a un lado”.
El presidente de la burbuja aún no se percata que la crisis nos sacude, nos agita, nos zarandea, nos estremece, nos patea hasta estrellarnos contra la pared de una inflación en 70 %, lo que nos condena de forma bestial a una pobreza bárbara en comparación con cualquier país vecino y un dólar que apenas el viernes pasado superó los 100 bolívares de piso, mientras los altos funcionarios del gobierno rojo se hacen más ricos como dueños absolutos del Sicad 1 y Sicad 2.
La inseguridad de la calle obliga al toque de queda temprano y a la indignación del alma por las numerosas víctimas de la violencia, el barril de crudo comienza a bajar por osmosis a 86 dólares por barril. Ningún otro país del mundo puede creer que no haya dólares en un país petrolero. La pobreza en Venezuela aumentó 6,1 puntos porcentuales y se ubicó en 27,3%, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas. Tenemos el salario más bajo del mundo, incluyendo a Bolivia, Malawi y Haití.
¿De cuáles metas del milenio habla Maduro? ¿Las que generaron una escasez del 40 % y un desempleo real del 55 %? ¿La meta que implica devaluar por réplicas para convertir los dólares en bolívares y obtener un efecto fiscal favorable solo al gobierno mientras la gente pasa penurias?
No se llega a la política solo para mentir y preservar en lo posible un voto duro que se diluye con el hambre y la miseria. Hartos de pensiones, limosnas y dádivas, el exceso de rabia y pobreza también se sube a la cabeza.
@damasojimenez