Los precios internacionales del petróleo han venido disminuyendo sostenidamente desde finales de julio de 2014 debido a un conjunto de factores entre los que resaltan los siguientes. En primer lugar, el menor ritmo de crecimiento de la economía mundial. Al crecer menos las economías la demanda de petróleo disminuye. En segundo lugar, por el aumento de la producción de los Estados Unidos, como resultado de la política que sigue este país de procurar depender lo menos posible del petróleo importado. Y finalmente, porque Arabia Saudita se mantiene firme en el sostenimiento de sus mercados para lo cual le conviene un precio cercano a los US$ 80 por barril, pero no un precio excesivamente elevado como el que se ha observado desde comienzo de año.
Sin embargo, no es la caída del precio del petróleo lo que explica la crisis económica que sufre Venezuela por cuanto ya la economía se venía contrayendo desde septiembre de 2013. Ciertamente, una declinación de los precios petroleros puede agudizar la situación calamitosa en que se encuentra la economía porque Venezuela no ahorró un solo dólar de la montaña de ingresos que recibió cuando el petróleo no hacía sino subir de precio. Se despilfarraron esos ingresos y además se endeudó al país, al punto tal que ahora se dedica más recursos a pagar la deuda que lo que se destina a la salud y la educación. Mientras la gran mayoría de los países petroleros acumuló una porción importante de sus ingresos, Venezuela los gastó en su totalidad. Por ejemplo, Arabia Saudita, entre el año 2000 y 2013, logró ahorrar más de US$ 700.000 millones, que hoy le permiten soportar con tranquilidad la declinación de los precios del crudo.
Si con un precio del petróleo que durante el primer semestre de 2014 bordeó los US$ 100 por barril había escasez de bienes y de divisas, habrá que imaginar lo que podría suceder si el precio sigue disminuyendo. Ello encontraría al país en una situación de precariedad absoluta, que puede agravar la actual crisis, con sus secuelas de alto costo de la vida y desabastecimiento. A todo esto se une un lamentable cuadro de PDVSA, que aunque parezca increíble, está importando petróleo y gasolina en vista de la caída de los niveles de producción. Es tan grave la situación de esa empresa que su nómina la está pagando el Banco Central de Venezuela, mediante la impresión de billetes, por cuanto los ingresos de la compañía son insuficientes, debido a su enorme carga burocrática y a los excesivos gastos. La caída de la producción petrolera se está reflejando en el hecho que PDVSA ha tenido que importar petróleo desde Argelia y Rusia para poder alimentar a sus refinerías. Es la primera vez que esto sucede. Desde que comenzó la producción comercial del petróleo en 1918, Venezuela fue un país exportador. Ahora se ha perdido parcialmente la soberanía energética.
Venezuela está ante el fracaso de un modelo económico que destruyó el parque industrial y liquidó la agricultura y la ganadería, con lo cual se ha profundizado la dependencia agroalimentaria del país y de ser exportador de rubros como el arroz y el café, ahora somos importadores de esos bienes.
Ojalá que esta baja de los precios del petróleo permita cambiar de modelo económico y adoptar uno que impulse la producción nacional y promueva la diversificación de la economía, para así aumentar el ingreso y recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores.