Dos investigadores de la universidad Carlos III cuestionan en un estudio publicado en Plos One el sistema electoral venezolano y los argumentos utilizados por los defensores del chavismo, publica ABC de España.
Corren malos tiempos para la lírica en Venezuela. La economía, por los suelos, deja ver escenas más propias de una época anterior, como las colas kilométricas diarias en la entrada de los supermercados por productos de primera necesidad. La política, convulsa, se mueve entre las detenciones a políticos de la oposición -el último, Antonio Ledezma, alcalde de Caracas- y la muerte de manifestantes. Sin embargo, son muchos quienes todavía apoyan al Gobierno de Nicolás Maduro. De hecho, sus más férreos defensores, que continúan parapetándose todos tras argumentos similares, se encontraban esta semana sentados en el Parlamento Europeo. «Pese a que el Gobierno venezolano ha ganado elecciones auditadas internacionalmente, estamos asistiendo al intento de la derecha más extrema de derrocar por medio de la violencia a los gobiernos legítimos», dijo el pasado miércoles el eurodiputado de IU Javier Couso.
Esta declaración de Couso va en la línea del resto de defensores del proceso chavista. Ante las acusaciones de dictadura o de régimen liberticida, el principal argumento consiste en sacar a relucir todas las elecciones ganadas por Hugo Chávez, una casi cada año, por solo una derrota (2007) en 14 comicios. Frente a esta defensa, los investigadores de la U. Carlos III de Madrid Manuel Hidalgo y Raúl Jiménez (venezolano procedente de la U. Simón Bolívar de Caracas) han publicado en la revista Plos One una investigación que cuestiona el sistema electoral venezolano desde 2004, año del referendum revocatorio que ganó el difunto líder.
«Hemos visto anomalías en el proceso electoral, puesto que existe una atípica correlación positiva entre variaciones en el censo electoral y la intención de voto», explica Hidalgo, conocedor de la realidad venezolana desde hace más de 25 años. Pese a creer que no fueron decisivas en la victoria, las irregularidades suponen una razón para «dudar de la validez de los resultados de algunos centros que fueron decisivos en el referéndum del 2004 y las elecciones presidenciales de 2012», añade.
Hidalgo cuestiona que el aumento de la población en esos años se inclinara en masa por Hugo Chávez, en lugar de que esos miles de nuevos votantes optaran por diferentes formaciones políticas. «Aunque no entramos en detalle en las irregularidades, a esto último se le suma un clima de intimidación, de uso partidista de los recursos y medios de comunicación del Estado, y que 2012 fue un punto de inflexión por el menor disimulo de las autoridades», apunta el investigador.
En esos comicios, los últimos que ganó Chavez, se hicieron conocidos los asaltos de encapuchados de la «maquinaria roja», como se refiere el articulista de El Universal Joseph Poliszuk. Nunca vistos hasta ese momento. «La Guardia Nacional se mantuvo en contacto con los colectivos chavistas, Pdvsa (Petroleos de Venezuela) puso la comida y los consejos comunales “echaron el resto”. Así fue la “operación remolque”», añade. El PSUV chavista ganó entonces por 11 puntos a la Mesa de Unidad (MUD), liderada por Henrique Capriles, que reconoció la victoria de su contrincante.
Sin embargo, pese al probable fraude «no somos capaces de demostrar que la oposición hubiera ganado en 2004 y 2012 en unas elecciones limpias, sin irregularidades», reconoce Hidalgo. Aunque, asegura que «la diferencia hubiera sido mucho menor de la oficial en el caso de unas elecciones libres y equitativas».
Este deterioro de las elecciones coincide con el aumento de parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE), el árbitro de los comicios. «Cambió a partir de 2003, a partir de aquel año las inequidades son demasiado evidentes en este organismo que hoy cuenta con cuatro miembros del oficialismo por uno de la oposición», cuenta Hidalgo, que añade que este sesgo ha estado presente desde el revocatorio. En 2004 Chavez se jugaba seguir con el proyecto para cambiar Venezuela, según sus postulados más radicales tras el golpe de Estado de 2002. El Socialismo del S.XXI, por tanto, podía terminar en fracaso, por lo que, según los investigadores, la victoria no podía abandonarse al azar.
«El mejor sistema electoral del mundo»
El estudio también critica el papel de la observación internacional a partir de 2007 en Venezuela, ya que «algunos observadores internacionales no llevan a cabo un trabajo exhaustivo, simplemente, no sesgado y pareciera que se han convertido en un mecanismo de legitimación del orden establecido», alega Hidalgo. Además, dice, las delegaciones que acuden representando a sus partidos políticos no pueden abarcar todos los colegios electorales; la muestra es pequeña y donde más abusos se han registrado es en las barriadas más pobres y en las zonas populares. «Allí no llega la oposición».
Como también critica lo que dijo el expresidente norteamericano Jimmy Carter: «Venezuela tiene el mejor sistema electoral del mundo». «El Centro Carter se centra en la automatización del sistema de voto y sus las posibilidades, obviando el resto del proceso electoral, el antes, el durante y el después», subraya Hidalgo. El voto automático entró en vigor en 1997, antes de que llegara Chávez al poder, como vacuna contra las sospechas de amaño de voto, perpetrado por Copei y Acción Democrática, que según el chavismo, se repartían los votos entre ellos y forjaban las actas. «El argumento chavista es que con su teconlogía se acababa el “acta mata voto” y el turnismo pactado. Sin embargo, pese a ser un claro avance, paralelamente, se ha retrocedido en otros aspectos en los últimos años», continúa.
¿Han recibido alguna llamada?
«En la investigación nos cuestionamos que pasaría en unos comicios más ajustados como los que ganó Maduro tras la muerte de Chávez, con tan solo punto y medio de diferencia», dice el investigador español, que publicará junto a Jiménez en los próximos meses un estudio sobre esas controvertidas elecciones, donde las acusaciones de fraude desataron una de las peores crisis de los últimos tiempos en este país.
—¿Han recibido alguna llamada de quienes defienden el proceso chavista?
—No, por ahora no, pero para rebatirnos deberán aportarnos pruebas contundentes. No en vano, esta publicación es producto de años y años de investigación, de trabajo estadístico y por tanto alejado de cualquier sesgo opinativo.
Así las cosas, en este año Venezuela afronta, en un contexto de crisis con la inflación al 60%, unas elecciones parlamentarias decisivas para el proceso chavista. Donde volverán a escucharse los rumores de fraude electoral de un bando y de conspiración golpista desde el otro bando. Así es un país partido en dos.
Con la colaboración de Marta R. Domingo