Fue un sábado difícil. De los peores. Una comunicación de Corpoelec enviada por correo electrónico selló la sentencia de insostenibilidad de los centros comerciales del país. La restricción de horarios sería más amplia a partir de ese día. Los fines de semanas ahora están incluidos, y el sector que apenas representa el 3% del consumo del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) entró a una crisis que compromete la continuidad de la prestación de sus servicios.
Cada día las reglas impuestas por el Gobierno son más difíciles de asumir. A las 10:00 a.m. la directora ejecutiva de la Cámara Venezolana de Centros Comerciales (Cavececo), Claudia Itriago, recibió la notificación. Durante los sábados y domingos, que estaban excluidos del plan de ahorro energético también se deben abrir las puertas desde el mediodía hasta las 7:00 p.m.
El colapso fue inmediato. A esa hora ya funciones de cine están vendidas, y muchas citas médicas y de peluquerías están programadas. En algunos establecimientos se llegó a un acuerdo con los fiscales de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) para no suspender esas actividades el sábado, pero ya el domingo se tuvo que acatar la medida.
La situación es crítica. Hacer un esfuerzo y recortar horarios no fue suficiente para el Gobierno. A diario, después de abrir las puertas a los clientes pasan apenas unos minutos, a veces con suerte pasa una hora hasta que ocurre la primera interrupción eléctrica del día. Son 120 minutos que se adicionan a los que por obligación deben estar cerrados los locales que funcionan en centros comerciales que no cuentan con planta de autogeneración.
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