Con la desaparición física de Hugo Chávez, su movimiento perdió el único activo político digno de ser tomado en cuenta como tal. Lo que quedó tras de él fue un grupo de vividores de la política que pudieran ser clasificados desde mediocres dirigentes hasta ineptos burócratas sin capacidad alguna para ni siquiera comprender la gravedad de la crisis que estamos viviendo, sus causas y consecuencias.
Solo queda a los seguidores del caudillo la explotación al máximo de su figura. Ese uso de la imagen del difunto es tan grosero que muchas veces se le trata de poner por encima del Libertador y a niveles de Cristo. La imagen del fallecido ex presidente es omnipresente. Se le atribuyen logros que nunca alcanzó, como por ejemplo, cualquier dimensión de soberanía que usted amigo lector quiera pensar.
Lo cierto es que Chávez deja tras de sí la peor etapa de la historia venezolana. Una en la cual los problemas que él prometió combatir disfrutan de excelente salud y se hacen cada día más fuertes. La corrupción, las cúpulas podridas que buscan a como de lugar limitar las posibilidades de expresión del pueblo, la criminalidad, el deterioro evidente de la infraestructura conforman el entorno de problemas de mucha mayor gravedad como el hambre y la muerte por enfermedades que la incompetencia gubernamental es incapaz de sanar.
Es así como Chávez se hace más omnipresente. Chávez vive en unas fuerzas armadas tan corrompidas que son cada vez más los miembros de esa institución que aparecen ligados a delitos de narcotráfico, contrabando de combustible y explotación ilegal de nuestros recursos mineros.
Chávez vive en la cantidad de esbirros de su gobierno que persiguen y reprimen a los venezolanos que buscan vías para manifestarse contra la más corrupta de las clases políticas que hayan ostentado poder en Venezuela. Vive en cada carro blindado con el que se ataca al pueblo, vive en cada bomba lacrimógena lanzada contra gente hambrienta clamando por comida.
Chávez vive en los hospitales donde los niños mueren víctimas del cáncer porque el gobierno no destinó los recursos necesarios para adquirir los equipos y medicinas necesarias para su curación. Chávez vive en laboratorios expropiados que languidecen ante la irresponsable y corrupta directiva nombrada por el gobierno en función de la filiación política y no en términos de su capacidad profesional.
Chávez vive en las morgues venezolanas. Y es testigo de la cantidad de venezolanos que mueren en manos de un hampa desbordada que él se encargó de fomentar como mecanismo de control social. Vive en cada secuestrado que sufre el terror de ser crematísticamente intercambiado por recursos que le costaron toda una vida poder generar.
Chávez vive en los colectivos, que cual hordas asesinas, intentan someter a los venezolanos como si se tratará de un país invadido. Vive en el bochornoso acto de impedir que la gente piense distinto a la idea anacrónica de un gobierno atrasado y primitivo. Vive en la humillación de quienes son golpeados, desnudados y aterrorizados por hampones que gozan de la impunidad que el mismísimo caudillo les garantizó.
Chávez vive en las grandes quintas y preciosos palacios medievales europeos adquiridos por los hampones que negociaron con el gobierno y se hicieron groseramente ricos sobornando a funcionarios a cambio de mercancías que nunca llegaron y servicios que jamás se prestaron.
Chávez vive en una PDVSA quebrada e incapaz de enfrentar los retos que tiene por delante. En el número decreciente de taladros para garantizar el nivel de producción de la industria. Vive en la incapacidad de la empresa para pagar a sus proveedores, vive en el haber acabado con el petróleo como mecanismo de desarrollo del país.
Siendo Chávez el promotor del proceso revocatorio como mecanismo del pueblo para terminar el mandato otorgado a un incapaz, vive en la corrupta postura de su clase política para impedir a como dé lugar la expresión popular que sin lugar a dudas enviaría al basurero de la historia al peor presidente que haya tenido que sufrir Venezuela.
Chávez vive en un TSJ que exhibe el deleznable record de declarar inconstitucional casi cualquier actuación de la Asamblea Nacional. Chávez vive en el corrupto mecanismo que se usó para juramentar a unos miembros del TSJ que no poseen credenciales para el desempeño de los cargos o que han sido miembros del partido de gobierno. Chávez vive en una vergonzosa defensoría del pueblo al servicio del partido de gobierno e incapaz de aceptar que en Venezuela hay una permanente violación de los derechos humanos. Chávez vive en un servicio de relaciones exteriores que miente descaradamente sobre la tenebrosa crisis que se vive en el país.
Chávez vive en un país que se convirtió en el mas ansiado sueño de Pablo Escobar Gaviria hecho realidad. Un estado puesto en su casi totalidad al servicio del narcotráfico. Un territorio entregado a un consorcio conformado por la guerrilla colombiana, criminales internacionales y militares venezolanos para hacer de Venezuela una autopista del tráfico de sustancias estupefacientes.
Chávez vive en una clase política que se aferra al poder sin importarle para nada el sufrimiento del pueblo. Vive en un Maduro que pretende desconocer los problemas más graves como el hambre y la muerte por falta de servicios sanitarios adecuados. Vive en una cúpula militar enriquecida por la cantidad de negocios ilícitos en los que se han metido. Vive Chávez en una moneda devaluada que no sirve para nada y cuyo valor es, cada segundo que pasa, mucho menor.
Chávez vive en el peor momento de la historia del país. En nuestra peor calidad de vida. En asalariados para defender un gobierno que no merece defensa alguna. Chávez vive, y que de eso no quede duda, en la arrechera de un pueblo que hará lo que sea para salir de esta pesadilla en la que se convirtió el chavismo.