Los millones que votaron crearon un hecho político nuevo y volvieron a poner una base sólida a la salida del poder de Maduro y su régimen. A partir de un cierto número de votantes, la avalancha crea una nueva realidad y es la de las masas que toman una decisión irrevocable. Esa jornada le dio una orden terminante al régimen, a la oposición, a la Asamblea Nacional y a todo bicho con uña, lo cual incluye a Trump, Santos y Castro: Maduro tiene que irse.
Yo no estaba de acuerdo con el plebiscito. Tenía la opinión de que aunque exitoso como era inevitable, desviaría esfuerzos que se necesitaban para robustecer la decisión de la Asamblea Nacional en punto a la creación de un nuevo gobierno, la designación de magistrados judiciales y rectores electorales; así como pensaba que demoraría la oferta opositora de una huelga general progresiva. Sin embargo, como la inmensa mayoría de los venezolanos –igual a la oportunidad del referéndum revocatorio de 2016-, todos nos sumamos a una iniciativa que se convirtió en una nueva ocasión para repudiar a Maduro y su régimen. El país se apropió de esa protesta y la convirtió en la majestuosa jornada que tuvo lugar dentro y fuera de Venezuela.
Los ciudadanos están dispuestos a participar de todas las maneras para eyectar al régimen del poder: marchas, protestas, trancas, huelgas, plebiscito, referendos, y cualquier forma de lucha a la cual sea convocado en forma creíble. Se ha logrado un nivel de energía que pone a correr a los dirigentes. Ninguna negociación es posible, salvo que implique de manera verosímil que la mafia roja abandone el poder. No se trata de radicalismos sino de la convicción que ha hecho carne y alma en los venezolanos: el régimen debe irse. A partir de esta decisión no sólo es posible sino necesario hacer que la transición sea lo menos violenta y traumática posible; hay quienes dentro del chavismo y del grupo cercano a Maduro así lo entienden, y el puente de plata para su retiro ordenado está en construcción.
El mandato del plebiscito fue claro: 1. No hay Asamblea Constituyente; 2. Se ordena a la Fuerza Armada colocarse bajo el mandato del pueblo; y 3. Renovación del TSJ y CNE, y elecciones para un gobierno de unidad nacional. Por donde se le mire y registre la orden de millones de venezolanos no admite ambigüedad alguna. Maduro debe irse ya.
Los venezolanos han dado todo para lograr la libertad, por mucho más tiempo de lo que podría haberse imaginado, con muchos más esfuerzos que los que nunca se han empleado. La libertad es la fuerza que mueve al pueblo en estas horas.