Texto: elpais.com
Su figura maciza se alza como levitando, a cámara lenta, entre niños que sonríen como ángeles. Besa manos que se le ofrecen, levanta delicadamente a un bebé en el aire, abraza con ternura a una anciana. “Exijo lealtad absoluta porque yo no soy yo, ¡yo soy un pueblo, carajo!”, truena la voz de Hugo Chávez sobre un clímax musical.
El vídeo se titula #YoSoyChávez y se transmite varias veces al día por Venezolana de Televisión (VTV). Arranca con un peculiar panteón donde alternan iconos como el Libertador Simón Bolívar, Carlos Marx y Che Guevara con Abraham Lincoln, Nelson Mandela, John Lennon y el doctor venezolano José Gregorio Hernández, en proceso de beatificación. Al final, el cielo llora sobre la imagen fija de un Chávez en blanco y negro que luce inmortal.
Junto a esta pieza propagandística, la televisión estatal ofrece otras del mismo tenor en las que abundan los testimonios de redención, las alabanzas y las lágrimas.
Los medios oficiales y los portavoces gubernamentales intentan llenar el enorme vacío dejado por el mandatario —que desde hace un mes yace postrado en una incierta convalecencia en Cuba— con un desbordamiento del culto a la personalidad que el hombre fuerte venezolano promovió desde que llegó al poder hace 14 años.
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