Desplazados por la guerra, decenas de miles de afganos viven en campamentos desperdigados por el país centroasiático y afrontan con miedo y escasos recursos el gélido invierno de Afganistán, que ya se ha cobrado sus primeras víctimas.
En Kabul, la nieve, el frío y el barro son constantes ya desde hace semanas y las autoridades pronostican mínimas de hasta 18 grados centígrados bajo cero para los próximos días.
Estas temperaturas son un caldo de cultivo para que se disparen las enfermedades especialmente entre los más vulnerables, los niños, con resultados a veces fatales.
“El invierno ha empezado a hacer de las suyas. Desde la semana pasada se están registrando resfriados y neumonías”, explicó Abdul Samad, que a sus 48 años ha pasado los seis últimos en un campamento de la ciudad situado en la zona de Tahye Maskan.
Samad expresó a Efe preocupación por la falta de recursos en el enclave y subrayó que las adversas condiciones meteorológicas suponen “una seria amenaza a los niños y la gente mayor”.
Décadas de guerra, las deficientes infraestructuras y el desempleo han obligado a cientos de miles de afganos a huir de sus hogares en busca de un sustento en países vecinos o en otros puntos del territorio afgano como la capital.
Samad vivía en la aldea de Ozbeen, en el cercano distrito kabulí de Sarobi, considerado muy conflictivo, pero en la actualidad se encuentra en Tahye Makan, un emplazamiento que alberga a 116 familias.
“Huimos de la guerra y la inestabilidad. Ahora, sin embargo, nos enfrentamos a muchos otros desafíos, de los que el frío y el hambre son los principales”, lamentó.
El año pasado, nueve menores perdieron la vida por el azote del invierno en este campamento.
Este año de momento no se han registrado víctimas mortales en él, pero 2013 ya ha empezado con al menos un menor muerto por el frío -un niño de tres años el pasado jueves- en otro punto de Kabul, según fuentes oficiales consultadas por Efe.
Según el portavoz del Ministerio de Salud, Ghulam Sakhi Kargar, “el año pasado más de 30 afganos, la mayoría niños, murieron congelados en el invierno más duro de los últimos quince años, en el que se registró un récord de precipitación de nieve”.
“Era mejor vivir en una zona insegura que aquí bajo esta tienda y con los niños pequeños. No podemos pagar ni el billete de transporte para volver a nuestro antiguo hogar”, dijo Samad.
Aseguró que en cada familia del campamento ya hay entre dos y tres menores que están enfermos, con el agravante de que su pobre situación económica les impide llevar a los niños a visitar un médico.
La cara del pequeño Farid Akhtari, de siete años de edad, ha adquirido tonos grises debido al frío.
De pie, junto a su tienda, Akhtari, que no podía dejar de temblar durante su conversación con Efe, aseguró que por la noche le resulta imposible dormir y pidió a las autoridades que les faciliten más leña para hacer hogueras.
En el emplazamiento, los desplazados carecen de estufas u otro tipo de aparatos calefactores, y la poca agua caliente de que disponen suelen utilizarla para cocinar en lugar de para cuidar su higiene.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) afirma que desde noviembre ha entregado ropa, mantas, utensilios de cocina o carbón a unas 32.000 familias vulnerables en Afganistán con el objetivo de llegar a un total de 240.000 personas.
“La asistencia de emergencia responde a las necesidades inmediatas pero dado que decenas de miles de personas viven en situaciones penosas, el riesgo de enfermedades y muerte permanece”, dijo a Efe Ita Schuette, representante del ACNUR en Afganistan.
Pero para muchos desplazados, algunos de los cuales rehusaron admitir que reciben ayudas, esta asistencia apenas se queda en la superficie.
“Estamos buscando trabajos y desempañando cualquier tipo de actividad para ganar algo de dinero pero no sirve de mucho porque Kabul cada vez está más superpoblado”, explicó Samad.
Algunos adultos varones trabajan en el sector del transporte de mercancías como peones de carga y descarga, una labor con la que obtienen entre 150 y 200 afganis al día (3-4 dólares), una cantidad escasa para poder atender a sus grandes familias.
“Ninguna institución está asistiendo a los desplazados suficientemente”, criticó Samad.
Desde la caída del régimen talibán, hace ya más de una década, unos 5,7 millones de refugiados afganos han regresado al país, mientras que todavía 2,7 millones viven en Pakistán e Irán, y otros 450.000 son desplazados internos. EFE