En su obra “El Poder y la Enfermedad”, Owen analiza numerosos casos que van desde Woodrow Wilson, pasando por Chamberlain, Churchill, Hitler, Reagan, Mao y muchos otros.
El síndrome, que sufren a veces quienes ostentan el poder, se caracteriza por una confianza exagerada en ellos mismos y conduce a una percepción equivocada de la realidad. Bajo el efecto de este mal son numerosas las decisiones políticas erradas -con resultados desastrosos para la sociedad- que han sido tomadas por líderes, simplemente porque estaban enfermos.
Por ello en países de instituciones más fuertes los ciudadanos tienen derecho a ser informados en relación con las enfermedades de sus mandatarios. En los regímenes democráticos los medios de comunicación libres juegan un papel fundamental en la difusión de las noticias que interesan a la ciudadanía y, sin duda, la salud de un mandatario forma parte fundamental de esos intereses.
En la medida en que un régimen se va alejando de los estándares democráticos ocurre exactamente lo contrario. Las enfermedades de los mandatarios se transforman en un secreto de Estado. Suelen suministrar informaciones que desde el punto de vista político interesan al gobernante, pero los ciudadanos no reciben partes médicos que les permitan conocer la verdadera condición del enfermo. Eso lo vimos por ejemplo en casos como los de Corea del Norte, Cuba, etc.
En esta ocasión me voy a referir a la enfermedad de un Jefe de Estado en particular que con su impronta autoritaria y militar pretendió imponer a la sociedad una ideología que llevó a su país a una fuerte polarización. Básicamente, se podía estar con él o estar en contra y atenerse a las consecuencias. Muchos tuvieron que emigrar y otros fueron a dar a la cárcel con sus huesos.
Durante varios lustros esa situación se mantuvo. Aquello condujo a un aislamiento de su nación. Mientras países vecinos fueron capaces de beneficiarse dentro del sistema económico y político que imperaba en el Hemisferio Occidental, el personaje en referencia se aferró al poder, sin aceptar que la ideología que él representaba ya había sido derrotada en el mundo. No obstante, dentro de sus fronteras lucía omnipresente y su fuerza era tal que pocos se atrevían a rechistar. De hecho, se consideraba a sí mismo un favorecido de los dioses y promovió el culto a su propia personalidad como un mecanismo de control político.
Sin embargo -tal como lo refiere Owen- era obvio que padecía del síndrome de“hybris” así como de otras enfermedades que lo aquejaban y lucían terminales.
Los intereses creados que se habían formado a lo largo de tantos años de gobierno -e incluso los enormes casos de corrupción que habían tenido lugar- se verían sin duda afectados por la posibilidad de su muerte. Por eso, cuando ya era evidente que sus condiciones físicas ya no se lo permitían, optó por seguir adelante impulsado por el síndrome.
El esfuerzo contribuyó a minar aún más su salud. Se realizaron esfuerzos sobrehumanos para mantenerlo con vida hasta el momento en que pudiese renovar el mandato y designar una persona “fiable” que garantizase los intereses de sus seguidores. Fue sometido a intervenciones innecesarias y de efectos desastrosos. Su agonía fue lenta y dolorosa. Incluso fue mantenido vivo artificialmente durante un buen tiempo, conectado a diversos equipos médicos, mientras se negociaba su sucesión.
El 25 de octubre se le suministra la extremaunción, pero se le mantuvo respirando hasta el 30 de noviembre de 1975, cuando finalmente fue desconectado y se certifica la muerte de Francisco Franco.
No llegó a renovar el mandato de Alejandro Rodríguez de Valcárcel como presidente “fiable” del Consejo del Reino y de las Cortes, que es lo que aspiraban sus partidarios.
A la muerte del Caudillo, Juan Carlos I de Borbón asciende al trono de España“aceptando los términos de la legislación franquista”. Posteriormente desempeñaría un papel central en el desmantelamiento del régimen que había instaurado Franco.
También desempeñó un papel fundamental para lograr que las distintas fuerzas políticas firmaran los Pactos de la Moncloa y que la democracia finalmente se instaurase en España.