Venezuela es tierra de telenovelas. La pasión y el talento de los venezolanos por los culebrones es proverbial. No importa ahora si esas obras son buenas o malas, si están o no bien actuadas. Lo que interesa es el curso que guía a la ficción. Hace hoy ya treinta días que Hugo Chávez no aparece. Cuando se llega a Caracas, se tiene la sensación de que el tiempo aquí se mueve con distinta velocidad. Lo que en otro lugar sería una anomalía, una calamidad geológica, la prolongada ausencia del presidente sin un parte médico que la explique en detalle –como corresponde– deviene otro capítulo más de la serie, que a diario entrega su ración de villanos, ilusiones, traiciones, engaños, suspenso. Aunque todo parezca un escenario montado en cartones y exquisitos disfraces, lo determinante –como lo saben los buenos guionistas– es siempre contar con un libreto bien cosido. El gobierno ha mostrado tener uno y lo sigue a rajatabla, para desesperación de la oposición. Es a esa lógica chavista a la que hay que mirar si se quiere entender la trama.
Por Claudio Mario Aliscioni /Caracas / Enviado Especial de Clarín de Argentina
El último capítulo lo dieron ayer el vicepresidente Nicolás Maduro y el titular de la Asamblea Nacional, el ex teniente Diosdado Cabello. En la mañana, durante un acto en una escuela pública, Maduro dijo que Chávez –internado en Cuba por la reincidencia de un cáncer muy agresivo– se encuentra “en funciones”, es decir, que seguirá siendo presidente aun si no puede jurar su nuevo mandato este jueves, como lo ordena la Constitución. “El presidente, que ya está en curso absoluto y en desarrollo de todas sus funciones, sigue siendo presidente de la República, es un presidente reelecto que sigue en funciones”, sostuvo. Después del mediodía, en una concurrida conferencia de prensa, Cabello dijo a su vez que el gobierno “ya sabe qué hacer” el 10 de enero y l lamó a los chavistas a una concentración para ese día ante la plaza Caracas, junto al edificio del Parlamento, a la que han sido invitados –según precisó– presidentes y jefes de gobierno de países “amigos”.
Cerca de la medianoche argentina, sin mayores precisiones, el ministro de Comunicaciones, Ernesto Villegas, informó por medio de la cadena nacional que Chávez se encuentra en “situación estacionaria” y “asimilando” su tratamiento.
La alusión de Maduro a la continuidad de Chávez es lo más importante porque apunta al artículo 231 de la Carta Magna, que a esta altura funge de villano de la novela y el responsable del entuerto. Su interpretación determinará lo que pase en las próximas horas. El artículo dice que el mandatario electo debe tomar posesión del cargo el 10 de enero mediante juramento ante la Asamblea Nacional o, en su defecto, ante el Tribunal Supremo de Justicia.
Hasta ahora, hay tres hechos indisputables: que Chávez es el presidente electo; que designó a Maduro como su sucesor y dijo que éste debería ser el candidato oficialista en caso de elecciones; y que el 10 de enero empieza el nuevo mandato. Pero hay una pregunta que no responde la Constitución: ¿qué pasa cuando el mandatario electo y que no asiste a su jura es el mismo presidente que estaba en funciones y que ha sido reelegido, y que además tiene un permiso para ausentarse de su cargo por razones de salud? La pregunta describe bien el tamaño de la inédita situación, a la vez que abre el espacio para interpretaciones y un suspenso en aumento que mantiene a todos a puro suspiro.
Cilia Flores, esposa de Maduro y la jefa de los fiscales del Estado, planteó ayer el libreto oficial, que muchos afirman fue escrito y revisado en la reciente cumbre chavista en Cuba, en la que además se redefinieron las cuotas de poder y áreas de negocios e influencias ante el “chavismo sin Chávez” que ya se avizora. Dijo Flores a la cadena Telesur: “Chávez tiene su banda presidencial y los símbolos del poder; ya él los asume porque está en pleno ejercicio del cargo. Tiene un gabinete establecido. Algo distinto ocurre con un presidente electo”, que empieza el cargo sin antecedentes. La procuradora, que estuvo en La Habana, recordó que todo sigue con su validez –permiso y mandato– porque eso es lo que decidieron los 8 millones de venezolanos que votaron por Chávez el 7 de octubre.
Esta es la quintaesencia de la tesis continuista que plantea el gobierno como la línea maestra del libreto, contra la que nada parece poder una oposición que aún busca su destino. Y esto pese a que muchos constitucionalistas afirman que la posición chavista viola la Carta Magna . Uno de ellos, Román Duque Corredor, iluminó un problema que se viene, basado en el artículo 237 del texto constitucional, y del que poco se habla. El escrito obliga al presidente electo a entregar “personalmente” su balance de gestión con plazo hasta el 15 de enero. Es una incógnita saber si la alianza opositora podrá usar esto a su favor y evitar así una nueva derrota. Por ahora, no ha pasado de reuniones y críticas que abundan en palabras. La impotencia flagrante de la oposición es una evidencia de que sufre el dilema de los eunucos: saben todo, pero no pueden hacerlo.