Frente a los seguidores reales de quien es presidente hasta el 10 de enero y presidente electo para un nuevo período (no me refiero a los aprovechadores), sean fanáticos o moderados ¿Qué serían, hoy, Maduro y Cabello sin la previa indicación de Chávez?
Cabello tenía que negociar porque él fue señalado por el “diosdedo” como Presidente de la Asamblea Nacional y hasta ahí podía pretender por lo pronto, en tanto que Maduro fue ungido sucesor, con la obligada venia del castro comunismo al que sin vergüenza, dignidad ni amor patrio nos entregó el ausente.
Pero la tesis del jurisconsulto Maduro, aparentemente apoyada por Cabello, es insostenible a la luz del derecho y sobre ello han abundado los constitucionalistas.
Ni siquiera el lenguaje que no es terminología jurídica admite la peregrina interpretación de la continuidad en el ejercicio ya que, aún si el evento se califica de trámite, según el DRAE, trámite es: “Paso de una parte a otra o de una cosa a otra. 2. Cada uno de los estados y diligencias que hay que recorrer en un negocio hasta su conclusión” Así que, amén de las insoslayables consideraciones jurídicas, también en léxico corriente la juramentación y toma de posesión que marca el inicio de un período presidencial, es el paso de la condición de presidente electo a presidente en ejercicio.
Lo ocurrido el 5 de enero en la Asamblea Nacional con respecto a su directiva para el presente año contradice “la doctrina Maduro” ¿Por y para qué se juramentaron Cabello y Eekhout si ya estaban en posesión de los mismos cargos en el período que concluyó? Es la continuidad pero del engaño.
La falta de norma expresa en caso de impedimento del electo, quien quiera que sea, para prestar juramento al asumir el cargo en la fecha constitucionalmente establecida y la consecuencia correspondiente, hace esgrimible que la voluntad popular no por ello caduca y, por lo tanto, el impedido en esa oportunidad no pierde su condición de electo. Lo que es distinto a plantear la continuidad automática en el ejercicio. Por cierto que mal puede afirmarse que la voluntad popular se expresó libremente el 07 de octubre pasado.
Aquí llego a grandes interrogantes. Si bien es diáfano el propósito de permanecer en el poder a todo evento, el adefesio anunciado es insostenible también en la práctica y en el tiempo. Si el presidente electo no asume el 10 de enero, la parálisis será monumental salvo que se considere un formulismo irrelevante que las responsabilidades atribuidas por la Constitución al Presidente de la República sean ejercidas por éste o por cualquiera sin que medie delegación, cuando es procedente. De ser así, aplicaría lo plasmado por la talentosa Rayma: Si la Constitución es un adorno ¡llamemos un decorador!
Los autores del ornitorrinco podrían estar apostando a que el electo tendrá, en verdad, salud para asumir el cargo en un futuro muy cercano, aunque sea brevemente y con pretensión de remendar el desaguisado. Pero menudo embrollo podría presentarse si la gravedad se prolonga en la oficiosa y mantenida metrópoli habanera ¿Y qué harán en caso de desenlace?
Quizá era la única deshilachada forma de anunciar que Maduro se dispone a seguir medio encargado aún culminado el período presidencial o tal vez se persigue ganar tiempo para preparar la estafa electoral próxima o, simplemente, siguen instrucciones del castro comunismo sin hacerse preguntas y enterrando su venezolanidad
Una vez más la incertidumbre es exacerbada. Entre tanto ¿seguiremos nosotros confundiendo pacifismo con pasividad?
Publicado originalmente en Analítcia