¿Qué se esconde detrás del exabrupto? En primer lugar, un golpe en la línea de flotación a las aspiraciones presidenciales de Cabello. Es evidente que el muchacho de los “ojos bonitos” no resulta del agrado de los hermanos Castro, quienes mantienen de rehén en La Habana al comandante venezolano. Los tiranos cubanos deben de suponer que el díscolo Presidente de la Asamblea Nacional exhibe demasiados signos de independencia. Que le gusta volar con alas propias, y que llegado el momento sería capaz de tomar decisiones autónomas que no coincidan con los intereses de los tiranos de la isla. Los Castro necesitan en Venezuela a un personaje que haya mostrado y demostrado docilidad, entrega y sumisión incondicional a sus designios. A pesar de la mansedumbre exhibida por Cabello durante las últimas semanas, este servilismo no ha sido suficiente para ablandar el duro corazón de los déspotas antillanos, quienes piensan en el petróleo venezolano en términos estratégicos. El oro negro es el oxígeno que le da vida a su desgastada revolución y los mantiene en el poder.
El otro aspecto que se oculta detrás de la hojarasca es más tóxico: en este país se hace lo que a la cúpula chavista le da la gana. Hay que ablandar a los venezolanos y a la comunidad internacional, porque, llegado el momento -que será cuando Chávez falte definitivamente- aquí no habrá elecciones, sino que quien ejerza la Presidencia de la República culminará el período presidencial hasta 2019. Así como se las arreglaron para justificar la absurda teoría de la continuidad, lo mismo podría suceder en el futuro con una eventual ausencia del comandante. ¿Para qué unas nuevas elecciones si ya el pueblo se pronunció el 7 de octubre por Chávez? Su heredero, Maduro, tendría que ser el continuador de su obra. Los antecedentes existen. Fidel designó a Raúl. ¿Por qué no respetar la voluntad de Chávez, si este lo escogió como delfín? No se correría ningún riesgo de ir a comicios con un candidato que no despierta ningún entusiasmo; que es más insípido que un helado de yuca.
Frente al atropello y fraude a la Constitución, la oposición está obligada a actuar no solo por razones de principio, sino de supervivencia. Por supuesto que no es sencillo exigir que el Presidente de la Asamblea Nacional asuma la primera magistratura, tal como manda la Carta Magna. Ese personaje cada vez que se refiere a la oposición parece que antes hubiese tomado resina de tártago. No habla, sino que vomita bilis. Sin embargo, es a él a quien corresponde suplir la falta temporal del Presidente de la República. Y aunque sea una figura aborrecible, debe prescindirse de las consideraciones personales para focalizarse en las razones institucionales. Aferrarse a este axioma constituye la única forma de impedir que en el futuro inmediato el chavismo pretenda continuar violando la Constitución de manera impune.
La decisión del TSJ y de la Asamblea Nacional se colocó al margen de la Carta Magna. Frente al abuso, solo queda que la sociedad libre una dura batalla de resistencia y lucha por impedir que los excesos se consumen y repitan. La debilidad del país frente a la embestida de la cúpula chavista propiciará que el arrollamiento continúe. La Conferencia Episcopal Venezolana señaló una ruta. Globovisión se la está jugando en la defensa de la democracia. La MUD, Antonio Ledezma, Henrique Capriles, varios abogados constitucionalistas y muchos dirigentes nacionales, están dando la cara para impedir que los sargentos y legionarios de Chávez acaben con los pocos espacios de libertad que quedan. Les corresponde a los gremios, sindicatos, universidades, academias y organizaciones de la sociedad civil actuar. Luego será muy tarde.
@tmarquezc