Latinoamérica ha vivido una experiencia traumática tratando de combinar mitos de guerreros, políticos y salvadores con su historia civil y ciudadana. Aparentemente hay algo en nuestra herencia cultural que nos lleva a venerar a personajes históricos de un modo que va mucho más allá del respeto por una obra de vida y se transforma en una especie de credo que nos dificulta evolucionar como naciones.
En el caso de Venezuela fue probablemente Luis Castro Leiva quien advirtiera con más claridad que íbamos a pagar muy cara la mitología bolivariana en la medida en que esta actuaba como una camisa de fuerza y un condicionante de la vida política del país. Finalmente la profecía de Castro Leiva se cumplió y la Venezuela de finales del siglo XX cayó presa de un proyecto autoritario que proclama nutrirse de la raíces del pensamiento de Simón Bolívar. Para todos los efectos el chavismo ha reescrito la historia de la nación y ha creado una efectivísima fantasía que le da cuerpo y contenido a un proyecto de poder.
Nos estamos aproximando a uno de los momentos culminantes de la construcción del mito Chávez: un personaje más grande que la vida real que lo habría dado todo por su patria, heredero prácticamente de la esencia vital del Libertador y que habría llegado al máximo sacrificio de entregar su existencia para proteger el avance de la revolución y contener el avance de las fuerzas de la derecha. El limbo anticonstitucional en el que se pretende condenar a la democracia venezolana a través de unos testaferros políticos ilegítimos que mantienen una densa incertidumbre sobre la salud del presidente y las circunstancias de su juramentación en abierta violación de la ley de la nación es tan sólo el último capítulo en una cuidadosa operación orquestada desde La Habana.
Que el régimen de los hermanos Castro es maestro en el arte de la desinformación y en construir mitos está más allá de toda duda. Quizás el caso más conocido sea el del Che Guevara, abandonado a su destino en Bolivia pero sin embargo inmensamente útil para la propaganda cubana en la figura del guerrillero heroico. Pero por supuesto este no es el único caso relevante. En Argentina el caso emblemático de Perón y Evita o en México el de los héroes de la revolución ilustran un principio muy importante: no importa la naturaleza de las diferencias en vida, una vez muerto el personaje mitológico todos se arropan con su figura.
NO HAY NINGUNA RECETA FÁCIL Es imposible no sentir una honda angustia por lo que está ocurriendo en nuestra patria. El liderazgo tóxico de los últimos catorce años, que ha divido profundamente a Venezuela tornándola en un país prácticamente inviable, ha terminado por parir un mito igualmente nocivo cuya explotación ya comenzó. A su amparo se pretende articular una transición inconstitucional interpretando de manera absurda y peregrina artículos fundamentales de la Carta Magna. En su intento por imponerse a toda costa, como si la otra mitad del país no existiera, el chavismo está jugando con fuego y sus acciones irresponsables pueden precipitar una crisis de dimensiones impredecibles.
No hay ninguna receta fácil para que los sectores democráticos enfrenten una situación como esta donde un régimen autoritario con control casi total de los medios de comunicación y las instituciones, intenta dar un zarpazo a lo que queda de legalidad constitucional. Quizás este sea buen momento para pensar en estrategias que no se centren exclusivamente en el asunto electoral porque lo que se pretende hacer violenta todas las reglas, ya de por si severamente afectadas, del juego democrático. La violación abierta de la Constitución debería ser un poderoso aliciente para ensayar conductas de desacato civil no violentas, y una vigorosa protesta tanto interna como en el ámbito internacional.
Mientras tanto seguimos dando un espectáculo incomprensible, que raya en lo surrealista, imposible de explicar a nadie que no tenga una profunda comprensión del más extremo realismo mágico llevado a una situación política compleja y cargada de riesgos. Un presidente moribundo en una nación extranjera, donde se sabe más sobre su estado que en su propio país. Quizás con vida, quizás ya muerto y en manos de quienes controlan sus horas finales para hacer de su existencia el mito que les permita perpetuarse como herederos. Todo ello acompañado de demostraciones de paroxismo religioso en quienes no hace mucho consideraban a la Iglesia como uno de sus principales adversarios.
No basta con tener fe en que la historia cobrará el inmenso despropósito de quienes pretenden arrebatar la libertad de un pueblo cabalgando sobre un mito que se construye ante nuestros ojos. Es necesario reaccionar con mucha fuerza ymucha inteligencia.