El conflicto en Malí, que desembocó en ataques aéreos franceses y planes para desplegar tropas africanas, plantea una serie de riesgos elevados para todo el continente, desde una violenta reacción de los islamistas hasta un potencial desastre humanitario.
Los países del oeste africano deben enfrentar la dura realidad de que una falta de respuesta podría conducir a una expansión de la presencia de los extremistas y de bandas criminales capaces de crear mayor caos, pero el uso de la fuerza militar también implica peligros complejos.
Algunos países que participan en la fuerza de unos 3.000 africanos prevista para ayudar a Malí a recuperar el control en el norte, tomado por los islamistas, podrían sufrir represalias de extremistas similares en su propio territorio, según señalaron algunos analistas.
Al mismo tiempo, no es seguro que la operación militar en el vasto desierto del norte de Malí tenga éxito. También podría provocar una avalancha de más refugiados hacia los países vecinos que ya luchan para atender a las necesidades de su propia población.
Hasta ahora, la región ha optado en forma mayoritaria por aprobar la intervención, elogiando a Francia, que el lunes lanzó operaciones aéreas por cuarto día consecutivo, y apresurándose a preparar tropas para la fuerza.
Estados como Nigeria, que dirigirá la fuerza africana a pesar de que debe combatir a su propia insurrección de extremistas islamistas del grupo Boko Haram, no pueden ignorar las amenazas internas.
Se cree que miembros de Boko Haram, una nebulosa de objetivos poco claros, viajaron al norte de Malí para ser entrenados.
Aparentemente algunos extremistas islamistas en Nigeria también tienen relaciones con Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), que ha operado en el norte de Malí y en otros países de la región.
“Eso significa que usted tiene algunos riesgos de ataques terroristas”, dijo Gilles Yabi, director del proyecto África Occidental para el International Crisis Group (Grupo Internacional de Crisis). “Todos estos países pueden sufrir alguna forma de represalia”, agregó.
La posición de Algeria, que comparte una larga frontera con el norte de Malí, ha desencadenado polémicas.
A pesar de ser una potencia regional, Argelia se ha negado categóricamente a enviar tropas y pidió un diálogo, aunque no se opuso a la intervención internacional y autorizó a los aviones de guerra franceses a utilizar su espacio aéreo.
Ese país tuvo su propia lucha con el extremismo islamista y fue la cuna de AQMI.
Níger, que también es vecino del norte de Malí, ha registrado varios secuestros que fueron reivindicados por AQMI. Prometió 500 soldados para la fuerza africana, como hicieron Senegal, Burkina Faso y Togo.
Benín prometió 300 tropas, Ghana 120 y Nigeria anunció 600, la mayor cantidad hasta la fecha.
A pesar de la preocupación por una eventual reacción violenta, el progreso de los islamistas hacia el sur en Malí, donde la semana pasada se apoderaron de una ciudad importante que desembocó en la intervención militar francesa, condujo a actuar a la región.
Un avance continuo de los islamistas, que amenaza con brindar un refugio seguro tanto para los extremistas como para las bandas criminales, plantea “una amenaza existencial”, afirmó Alex Vines, director del programa para África en el centro de estudios Chatham House, con sede en Londres.
“Esta es una intervención legítima”, dijo Vines. “El presidente de Malí pidió a Francia que participase (…) Creo que esto está tan claro que nadie lo criticó”, agregó.
Sin embargo, hay escepticismo sobre la intervención militar prevista por la Comunidad de Países de África del Oeste (CEDEAO) , que fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Dicha fuerza no debía ser desplegada hasta septiembre, para permitir que se realizasen los preparativos y el entrenamiento de unos 5.000 soldados de Malí, pero todo eso cambió la semana pasada.
Una de las tareas más difíciles podría presentarse después de que los islamistas hayan sido expulsados de sus bastiones, dijo Yabi.
“El paso siguiente sería asegurar que se tienen tropas suficientes para proporcionar seguridad a las diversas ciudades que serían recuperadas”, dijo. “Por el momento no está claro si hay tropas terrestres suficientes para este tipo de trabajo”, agregó.
La fuerza probablemente continuaría necesitando ayuda occidental, añadió, explicando que en eso radicaría la diferencia.
Aunque esta apresurada operación tenga éxito, la situación humanitaria continuará planteando una grave preocupación. Muchos refugiados ya atravesaron la frontera hacia los vecinos Burkina Faso, Níger y Mauritania.
De acuerdo con la agencia de la ONU para los refugiados, cientos de miles de personas abandonaron sus hogares desde que comenzaron los enfrentamientos entre los insurgentes y los militares, a principios de 2012.
En esa época, los islamistas aprovecharon el vacío de poder creado por un golpe militar en marzo para apoderarse de grandes sectores en el norte de Malí, donde impusieron una brutal legislación islámica.
“La inseguridad en el norte de Malí, que amenaza con desestabilizar a toda la región, seguirá siendo una importante limitación”, añadió esta agencia de la ONU, refiriéndose a las dificultades para el trabajo humanitario en esa zona.
Por M. J. Smith
AFP