Dicen que estamos deprimidos con todo lo que nos ha pasado en los últimos tiempos, a juzgar por la cantidad de antidepresivos que venden nuestras farmacias. Facundo Cabral decía que estar deprimido es estar distraído de las cosas buenas que nos pasan. También dice un dicho que “el mal hace ruido y el bien es silencioso”.
Hoy, que hay tantas razones para sentirse uno mal, es mejor sentarse a realizar un inventario de las cosas buenas. Hice el mío y pedí ayuda a mis compatriotas por las redes sociales y esto fue lo que salió, las cosas buenas que no debemos olvidar: Tenemos las mujeres más hermosas del mundo, las arepas y las hallacas, que las siguen a moderada distancia. Construimos el puente sobre el Lago de Maracaibo. Aunque no funcione en estos momentos, el teleférico de Mérida es el más alto y segundo mas largo del mundo. Esta es la tierra de Simón Díaz y de Joselo, del sistema de orquestas juveniles que asombra al mundo. Somos un país en el que hasta los ateos piden la bendición.
Un venezolano, el Dr. Fernández Morán, inventó el bisturí de diamante. Tenemos en diciembre y enero un azul celeste incomparable. Nuestras tardes son una fiesta de guacamayas multicolores. Esta es la tierra de Davalillo, David Concepción, Galarraga, Vizquel, Maldonado, Greivis, Limardo, Aparicio, Carrasquel, Rafael Vidal, Baena, Coste, Guillén y tantísimos más. Contamos con el humor para sobrellevar las tristezas cotidianas, con exponentes tan excelsos como Aquiles Nazoa y Pedro León Zapata, que nos enseñan a pensar con ingenio. Olvidamos que en la Asamblea Constituyente de 1946, su presidente atenuaba las duras tensiones políticas con versos humorísticos, lo que motivó que el Dr. Caldera llamara a Andrés Eloy Blanco “el amortiguador de la Constituyente”.
Tenemos ríos espectaculares y represas que los contienen para sacar de ellos electricidad. Contamos con nieves perpetuas a media hora de playas cálidas de eterno verano. Hay en Ciudad Bolívar una hermosa zona colonial y un malecón que movió a Manuel Yanes a componer “Viajera del río”. Nuestra Ciudad Universitaria de Caracas es Patrimonio de la Humanidad, como también la ciudad de Coro, donde Monseñor Iturriza, mientras pastoreaba su grey, bendijo a su diócesis con un museo. En la heladería Coromoto de Mérida se puede encontrar helados de todos los sabores que el hombre ha inventado y en la vía de Trujillo a Maracaibo los cepillados increíbles de “A que Betty” que le hacen a uno agradecer que el vuelo de Valera nunca salga. Nuestros hijos llaman tíos a nuestros amigos.
El chalequeo no molesta a nadie. Es impresionante lo adelantados que estamos en materia tecnológica, lo poco que nos toma hacer amistad con un extraño, la integridad de las almas que logran mantener su decencia en medio de este festival de corrupción, los productos que no hay en otros lugares: cocosette, diablitos, toronto y toddy. Los defensores de los derechos humanos y todo aquel que no se rinde. El corazón venezolano que se abre a todos los que vienen de otras tierras, que hace que la palabra “musiú” no sea agresión, sino cercanía afectuosa. Nuestra gastronomía y nuestros chefs que hacen que en Venezuela se encuentre mejor comida española que en España y mejor pasta que en Italia. Aquí le decimos “mi amor” a todo el mundo. La biblioteca de Uslar, el Ávila, Jacinto Convit, Carlos Cruz Diez, el chocolate, La Chinita y La Divina Pastora, los piropos, el clima, la echadera de vaina, nuestros artistas plásticos y caricaturistas, Los Roques, los Médanos de Coro, Margarita y la Colonia Tovar… la lista es larga y se termina el espacio; complete usted, querido lector, el listado de las cosas que le hacen sentirse orgulloso de ser venezolano y juntos luchemos por ellas.