Casi sin que los caraqueños se dieran cuenta fueron edificadas las torres de la Misión Vivienda en varios sectores de la capital. Con ellas llegaron sus habitantes provenientes de refugios o zonas populares, y los conflictos propios de la improvisación en la asignación de esos inmuebles no se hicieron esperar.
Homicidios, tiroteos, consumos de alcohol y drogas son sólo algunos de los problemas que han sucedido en estos nuevos conjuntos residenciales. Para quienes han estudiado el problema de la violencia en Venezuela, las situaciones de conflictividad en torno a estas viviendas eran previsibles pues existen dos factores que inducirían el comienzo de los problemas. En principio se sabía que había recelo de las personas de las comunidades adyacentes por la llegada de extraños a las urbanizaciones y, por otro lado, hay inconvenientes de convivencia entre los mismos inquilinos de los edificios construidos por el Gobierno.
“Los de convivencia vienen dados con la adaptación de vivir en un edificio porque no es lo mismo vivir en este tipo de construcción que en una casa; en una torre destacan el ruido, el manejo de la basura, hay espacios comunes y, en general, estas personas no saben vivir de esta manera. Por otro lado, están los edificios adyacentes que tienen hábitos distintos, maneras diferentes de cohabitar en comunidad y por ahí comienza la violencia”, explicó Roberto Briceño León, sociólogo y director del Observatorio Venezolano de Violencia.
Lea el reportaje completo de Tabatha Molina en “El Nacional”