Esta fotografía se tomó el 22 de abril de 1912 en Nueva York. En ella aparecen Michel M. (Lolo) y Edmond Roger (Momon) Navratil, sobrevivientes del naufragio del Titanic.
Su padre, Michel, que se estaba divorciando de su mujer, los había secuestrado en Niza, durante un fin de semana que le correspondía tenerlos. Los embarcó en el Titanic para dirigirse a Nueva York, donde quería empezar una nueva vida.
Michel murió en el hundimiento y sus hijos, que no hablaban inglés y se expresaban mal en francés, llegaron al Nuevo Mundo sin poder identificarse y sin que nadie los reclamara. Por ese motivo, en la época, se los denominó “los huérfanos del Titanic”. Su historia fue, como otras muchas que sucedieron como consecuencia del trágico hundimiento, curiosa y conmovedora.
El padre de los niños, Michel Navratil, nació en Szered, Eslovaquia, pero terminó estableciéndose en 1902 en Niza, donde trabajaba como sastre.
Se casó con una joven italiana, Marcelle Caretto, y tuvieron dos hijos: Michel M. y Edmond Roger. Hacia 1912 su negocio empezó tener problemas y también su matrimonio. Michel demandó a su mujer, al parecer por una posible infidelidad de ésta. La pareja se separó y los niños se quedaron con su madre. El padre tenía derecho a pasar el fin de semana de Pascua con ellos, pero cuando Marcelle fue a recogerlos los tres habían desaparecido.
Navratil había decidido instalarse con sus hijos en América. Se trasladaron a Inglaterra, donde Michel compró billetes de segunda clase para embarcar en Southampton en el Titanic. Para la reserva de los pasajes utilizaron nombres falsos. El padre se hizo llamar Louis M. Hoffman y los niños: Lolo (un diminutivo del nombre francés Louis) y Momon (un diminutivo de Edmond). El nombre ficticio que escogió el padre era el de su amigo Louis Hoffman, que le ayudó a salir de Francia.
Michel, durante el viaje en el Titanic, dio a entender que su esposa había fallecido e intentó que sus hijos estuvieran fuera de la vista de los demás pasajeros. Mientras tanto, su mujer en Niza, llena de desesperación, había denunciado el secuestro a la policía francesa.
Durante la noche del hundimiento, Michel, ayudado por otro pasajero, vistió a los niños y los sacó a la cubierta del barco. El pequeño Michel recordó, ya de adulto, aquellos últimos momentos con su padre:
“Mi padre entró en la cabina donde nosotros dormíamos. Me vistió con mucho cariño y me abrazó. Otro pasajero hizo lo mismo con mi hermano. Cuando pienso en ello ahora, me conmueve mucho.”
Ellos sabían que los dos iban a morir.
Cuando el Segundo Oficial Carlos Lightoller ordenó que se formara una barrera con los brazos de los miembros de la tripulación alrededor del desplegable D, de modo que sólo las mujeres y los niños pudieran pasar al bote, Navratil tuvo que despedirse de sus hijos y entregarlos.
Margarita Hays, pasajera de Primera clase, se hizo cargo de ellos en el bote salvavidas. El pequeño Michel recordó más tarde que cuando lo colocaron en el bote, su padre le dio un mensaje final:
“Mi niño, cuando tu madre vaya por ti, como seguramente ocurrirá, dile que la amé muchísimo y que todavía la amo. Explícale que esperaba que ella nos siguiera, de modo que todos pudiéramos vivir juntos felizmente en la paz y la libertad del Nuevo Mundo.”
Durante la noche que permanecieron en el bote, Michel y su hermano comieron bizcochos que les dio el pasajero de Primera clase Hugo Woolner. Michel no recordaba haberlo pasado mal sino encontrarse contento y distraído:
“No recuerdo haber tenido miedo, recuerdo la ilusión de ir en el bote salvavidas. Terminamos al lado de la hija de un banquero americano que logró salvar a su perro, nadie se opuso. Existía una enorme diferencia de riqueza entre la gente del barco. Más tarde comprendí que si nosotros no hubiésemos estado en la segunda clase, habríamos muerto. La gente que consiguió vivir fue, con frecuencia, por medio del engaño o poniéndose agresiva, el honesto no tuvo ninguna oportunidad […] Nosotros dejamos a nuestra espalda el Titanic y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, vi el Carpathia en el horizonte…”
Los supervivientes fueron rescatados por el RMS Carpathia. Los niños no hablaban inglés, y su francés era muy sencillo porque eran muy pequeños, de modo que no pudieron identificarse.
El cuerpo del padre fue recuperado. Curiosamente, en su bolsillo llevaba un revólver cargado. Como había utilizado un apellido judío, y así constaba en su billete, fue enterrado en un cementerio judío, el Baron de Hirsch Cemetery.
Margarita Hays decidió que los niños se quedaran en su casa de Nueva York (304 83 Calle de Oeste) hasta que se localizase a algún familiar. Contó con la ayuda de la sociedad Children’s Aid.
Marcelle Navratil, reconoció a sus hijos en un artículo del Fígaro del 21 de abril (seis días después del naufragio). Fue trasladada a América por la White Star Line.
Marcelle se reunió con sus hijos el 16 de mayo.
La madre y los niños regresaron a Francia a bordo del RMS Oceanic que, como el Titanic, pertenecía a la White Star Line. La prensa dio noticia de este acontecimiento.
Michel vivió en Montpellier. Fue un brillante profesor de filosofía y se casó con una compañera de estudios. En 1987, regresó a Estados Unidos, por primera vez desde 1912, para participar en el 75 aniversario del hundimiento. Fue el último varón sobreviviente hasta que falleció el 30 de enero de 2001, a la edad de 92 años.
Edmond fue arquitecto, decorador de interiores y constructor. Durante la segunda Guerra Mundial luchó en el ejército francés, fue prisionero de guerra. Aunque logró escapar del campo en que estaba retenido, su salud se debilitó mucho y murió a principios de los años 1950, a la edad de 43 años.
La hija de Michel, Elisabeth, escribió un libro titulado Les enfants du Titanic (en inglés Survivors) en el que narra las experiencias de su padre, abuelo y tío.