Mientras los asuntos políticos y la salud del presidente Chávez envuelven el interés nacional e internacional sobre Venezuela, dos historias en paralelo que afectan la gobernabilidad avanzan: Primero, las graves dificultades económicas del país para enfrentar la falta de suministro de divisas, la presión alcista sobre la cotización de las divisas y la consecuente inflación y escasez. Segundo, los severos problemas financieros de Pdvsa.
La petrolera estatal produjo en 2012, según el seguimiento de empresas internacionales, 2.7 millones b/d de crudo, más 100.000 b/d de condensados. Una cifra inferior a los 3.5 millones de b/d que señalaba Rafael Ramírez que se iba a alcanzar en 2012. Las exportaciones fueron de 2.060.000 b/d, la cuales al precio promedio de la canasta venezolana de 2012 de $103,42 el barril, lleva a estimar los ingresos por exportación en $77.760 millones, muy por debajo de los $92.233 millones que indica el BCV en su informe de fin de año. Por otra parte, con el declive continuado de las refinerías por falta de mantenimiento y experticia, las importaciones en 2012 de derivados fueron 151.000 b/d y las de crudo 25.000 b/d; a un costo total estimado de $7.500 millones. Esta cifra de importaciones de productos y crudo, en nuestra actividad económica dominante, es ahora más del doble de las exportaciones no petroleras reducidas a $3.719 millones en 2012, a pesar del plan socialista de “Desarrollo Endógeno”. En realidad la decadencia de Pdvsa, al igual que de las empresas básicas de Guayana y las 1.200 empresas estatizadas, tiene como causa la política socialista del siglo XXI.
El problema de Pdvsa no termina ahí, que ya sería bastante. Al pagar con petróleo los préstamos chinos que recibe el gobierno de Chávez (su único accionista), además de financiar la factura y acumular cuentas por cobrar de Petrocaribe, sus exportaciones netas se reducen en 25%; y su flujo de caja ya menguado, transfiere otro 25-30% a fondos extrapresupuestarios de gobierno. Luego, es incapaz de pagar a proveedores y beneficios a trabajadores, mientras entrega pagarés al Tesoro; este ente los hace efectivo en el BCV de Merentes, imprimiendo dinero-basura (equivalentes a $38.000 millones) que alimenta la liquidez monetaria, la inflación y la presión en el mercado cambiario. El país paga las consecuencias.
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