La foto apócrifa ocupó la tapa de la página Web durante poco más de media hora en la madrugada de ayer y llegó a incluirse en una primera y fallida edición de papel que el periódico luego intentó levantar de circulación.
Pero ya el escándalo circulaba en el mundo y el papelón se había consumado. El diario más importante de España repitió la conducta de Liberation, el periódico francés, en los ochenta, cuando se publicó por error una carta nazi en el correo de lectores: levantó la edición sin dudar. La foto del Chávez falso, rodeado de aparatos verdaderos de terapia intensiva, recordaba vagamente a aquella publicada por la revista Gente mostrando la agonía de Balbin; por aquella mirada inoportuna, Editorial Atlántida fue condenada por violación de intimidad. Si en este caso hubieran funcionado los mecanismos de chequeo de El País, aún valdría la pena preguntarse qué agregaba esa foto, por qué era importante publicarla.
En verdad, lo que agregaba la foto no se advierte en ella, sino en lo que significa: hubiera demostrado que Chávez estaba vivo. Eso nos lleva a la primer palabra de esta columna: el secreto.
El secreto manejado a discreción desde el Estado, sus riesgos y su valor intrínseco.
Ni el pueblo venezolano ni la opinión pública mundial saben cuál es la enfermedad de Chávez: el gobierno bolivariano se ha manejado con metáforas, expresiones de deseos, diagnósticos vagos e imprecisos, voluntarismo y plegarias. No es una redundancia: el estado de salud de un presidente es un asunto de Estado que el público tiene derecho a conocer y el gobierno obligación de difundir.
Los venezolanos ya se han acostumbrado al cono de silencio, pero incluso éste se quebró cuando, hace algunas semanas, asumió el nuevo canciller mediante un decreto presidencial con la firma de un Chávez que todos suponen inhabilitado y convaleciente; se discutió intensamente si el decreto había sido predatado, si la firma era falsa o si Chávez, antes de viajar para internarse en La Habana, había dejado en manos de Nicolás Maduro varios papeles firmados en blanco. Para el gobierno de Caracas todas aquellas versiones eran, claro, maniobras del imperialismo contra la Revolución.
De conocerse en realidad el estado de salud de Chávez, ¿la foto de marras hubiera tenido interés? Probablemente no en El País de Madrid, quizás sí en algún tabloide sensacionalista inglés. La gaffe del diario madrileño existió y es grave: les tocará a ellos recuperar la credibilidad lesionada por la foto falsa, como le tocó al Bild en Alemania después de publicar los diarios apócrifos de Hitler o a tantos otros medios en tantas oportunidades.
El País reaccionó rápido y reconoció el error: dio el primer paso para recuperarse.
El resto es volver al trabajo y chequear dos veces.
Millones de venezolanos siguen sin saber qué tiene su presidente y en cuánto tiempo podrá reincorporarae al gobierno para el que fue votado. Cristina, mientras tanto, sigue sacada con sus tweets.