En Venezuela dicha política también ha causado estragos, entre 1979 y 1983, cuando Luis Herrera y durante otros episodios, como el de 2001-2002, en el cual el BCV perdió casi tres cuartas partes de sus reservas internacionales y tuvo que dejar que el bolívar flotara en febrero de 2002. Ninguna de esas lecciones se ha aprendido. La terquedad del ministro Giordani en materia cambiaria es como para escribir una enciclopedia y así va a quedar registrado en esta historia que se documenta cada día y de la cual los lectores son testigos. Claro, la política de fijar el tipo de cambio y dejarlo congelado por más de tres años entusiasma a mucha gente. Así, por ejemplo, la ministra de Comercio, la señora Edemeé Betancourt y el ministro de Alimentación, coronel Carlos Osorio, se han vuelto adicto a las importaciones y celebran cuando llegan a los puertos venezolanos los contenedores repletos de artefactos eléctricos y alimentos traídos desde otras economías, con sus efectos destructivos sobre las reservas internacionales del BCV y el empleo en Venezuela.
Tal vez desconozca el ministro Giordani dos cosas. La primera, con tipo de cambio fijo, mejor dicho congelado, y alta inflación como la de Venezuela, es imposible desarrollar la industria y la agricultura. Sencillamente, el aumento de los costos de producción locales, debido a la inflación, elimina la competividad de la economía. De esta manera las importaciones se abaratan y las exportaciones se encarecen. La segunda es que aún cuando el precio del dólar este fijo, si hay una expansión monetaria como las que ha tenido Venezuela entre 2009 y 2012, con aumento del dinero circulante de más de 50,0% anual, no hay forma de que los precios no suban, como en efecto ha sucedido. Estos son resultados obvios y no hay ser un doctor en economía para deducirlos.
¿A dónde ha llevado la política que ha aplicado sistemáticamente el ministro Giordani? A la desindustrialización de Venezuela y a un incremento vertiginoso de las importaciones. Actualmente, el sector manufacturero de Venezuela vive su peor momento desde que en 1960 se lanzó la política de sustitución de exportaciones. El número de establecimientos productivos se ha desplomado, las exportaciones no petroleras han desaparecido y en consecuencia el peso del sector industrial en el Producto Interno Bruto ha disminuido significativamente.
El gobierno ha favorecido las importaciones en detrimento de la producción nacional. Cada funcionario de un gobierno extranjero que visita a Venezuela se lleva a su país el acuerdo para que Venezuela le compre algo, por millones de dólares, nunca para que ellos le compren a Venezuela, entre otras cosas, porque como acá nada se produce nada se puede exportar. En el gráfico adjunto puede apreciarse con claridad que en 1999 de la oferta total de la economía, el 19,0% correspondía a bienes importados. En 2012, ese mismo indicador saltó a 33,3% y es más crítico es algunos renglones como el alimenticios donde las importaciones representan más del 60,0% del consumo nacional. En bienes específicos tales como la leche, la carne, el maíz, las caraotas, entre otros, la dependencia alimenticia alcanza hasta un máximo de 70,0%. Productos que Venezuela exportaba como arroz y café, ahora los compra en el extranjero. Entonces ¿de qué soberanía habla este gobierno? Para no mencionar el elemento político, donde el régimen ha literalmente abdicado de la independencia nacional a favor del régimen cubano.