Rusia reaccionó enérgicamente el jueves al ataque aéreo israelí contra un centro militar de Siria, su principal aliado en la región, inmerso en una sangrienta guerra civil desde hace casi dos años.
Por su parte, la reunión de la oposición el jueves en El Cairo se anunciaba tumultuosa después de que su jefe, Ahmed Moaz al Jatib, declarara que estaba “dispuesto a discusiones directas con representantes del régimen sirio en El Cairo, Túnez o Estambul”.
Al día siguiente de un ataque israelí que destruyó parcialmente un centro de investigación militar situado entre Damasco y la frontera con el Líbano, el gobierno ruso manifestó su preocupación.
“Si se confirma esta información, ello significa que hubo bombardeos sin ninguna justificación en territorio de un Estado soberano, lo cual viola groseramente la carta de la ONU y es inaceptable, cualquiera sea el motivo”, indicó un comunicado de la cancillería rusa.
Hasta el momento, Israel mantiene un absoluto silencio oficial sobre el asunto.
En el Líbano, el movimiento Hezbolá, aliado de Siria, dijo el jueves que el bombardeo israelí destapaba “los orígenes” del conflicto sirio, que, según la ONU, causó la muerte de más de 60.000 personas.
En un comunicado, el movimiento chiita armado “constata que este ataque saca a la luz los orígenes de lo que ocurre en Siria desde hace dos años y los objetivos criminales que buscan destruir este país y su ejército para debilitar su papel central en la resistencia (contra el Estado hebreo) y rematar el gran complot contra nuestros pueblos árabes y musulmanes”.
Irán, otro importante aliado de Siria, también condenó el ataque diciendo que era “una agresión brutal del régimen sionista”.
El miércoles por la noche, el ejército sirio anunció que un avión de combate israelí había “bombardeado directamente un centro de investigación sobre el mejoramiento de la resistencia y la autodefensa en la región de Jomrayah, en la provincia de Damasco”.
El bombardeo, que causó la muerte de dos personas, según los sirios, es primer ataque israelí contra Siria desde 2007 y sobre todo desde marzo del 2011, cuando estalló la revuelta popular contra el presidente Bashar al Asad que luego se convirtió en guerra civil.
En El Cairo, la oposición siria debía adoptar el jueves una posición oficial con respecto a la invitación al diálogo que hizo el régimen para salir de la crisis.
El miércoles, el jefe de la oposición Ahmed Moaz al Jatib provocó revuelo al declarar que estaba dispuesto a discusiones directas con representantes del régimen.
“En señal de buena voluntad para una solución política a la crisis y para abrir el camino a un período de transición que ponga fin al derramamiento de sangre, anuncio que estoy dispuesto a negociaciones directas con representantes del régimen”, afirmó Jatib.
El embajador de la oposición en París descartó que el diálogo incluyera a Asad o a su entorno, pero la posición de Jatib causó malestar en filas del Consejo Nacional Sirio, principal fuerza de la coalición opositora, que insiste en rechazar cualquier diálogo antes de que el presidente sirio abandone el poder.
Sin embargo Jatib puso dos condiciones previas: la liberación de “las 160.000 personas” detenidas y la renovación de los pasaportes de los sirios en el extranjero para que no sean detenidos a su regreso al país.
El gobierno sirio, que aspira a organizar el diálogo en Damasco, no reaccionó aún a esa declaración.
Sin embargo, el diario Al Watan, cercano al poder, destacó “las divisiones de la oposición siria en el extranjero, incapaz de adoptar una posición común”, lo que contrasta la oposición tolerada que el martes se reunión en Ginebra y “aprobó la idea de un diálogo”.
Afp