Quiero disculparme si no me refiero esta semana, como defensora de derechos humanos, a temas tan importantes como lo ocurrido en la Cárcel de Uribana o la conmovedora carta que dirigiera la hija de Iván Simonovis al poder ejecutivo y la vil respuesta de éste, sumado a la perversidad con la que actuó una vez mas la “justicia venezolana”. Pero quiero retomar el tema del ¿que nos pasa? y tratar de profundizar un poco sobre algunas respuestas obtenidas, para contribuir a sacudirnos la apatía y que todos retomemos el activismo ciudadano que necesitamos para recuperar nuestra democracia.
Es normal que después de 14 años de elecciones y referendos, en donde la movilización de la ciudadanía en general, sin distinción de color político ha sido continúa, la gente se sienta agotada del tema político, de la pelea entre bando y bando, de la confrontación. Pasamos de ser un pueblo que cada cinco años iba a las urnas a votar, sin intervenir mucho ni preocuparse por la política, a tener que ser personas activas, muchas veces jalados de un lado y del otro, usando un nuevo vocabulario que pocos realmente entienden sobre constitución, derechos humanos, legalidad, justicia, socialismo y revolución.
De esto han quedado varias lecciones: primero, que el venezolano si aprendió durante 40 años, a vivir en democracia, y aunque quizá entonces no comprendiera todas sus ventajas, hoy si sabe apreciar lo que estamos perdiendo. La no participación activa aderezada con flojera ciudadana ha sido perjudicial. Imaginen que nuestros próceres de la independencia un buen día hubieran decidido que estaban cansados. De 1811 a 1821 transcurrieron 10 años de férrea batalla, y bajo otras condiciones socio-económicas, llena de enfermedades endémicas, y cuyo único medio de comunicación era la correspondencia. Y que decir de los países de Eurasia que lucharon por décadas y generaciones contra el comunismo que imperaba en la Unión Soviética hasta alcanzar su libertad? Abandonar por cansancio o agotamiento, los espacios de lucha ciudadana, sea cual sea, nos transforma en sujetos pasivos de las decisiones de los demás.
La segunda gran lección que hemos aprendido es que cuando se comprende y aprende a ser un ciudadano activo, se reclama y se exige que se cumplan las promesas, nos organizamos para movilizarnos y defender lo que consideramos justo, nos preocupamos por conocer temas hasta hace poco desconocidos, como por ejemplo ¿que son derechos humanos? En fin, cobramos conciencia de que si es posible ejercer la ciudadanía y participar activamente en el acontecer político nacional. El gobierno ha manipulado de forma perversa ese despertar de la conciencia política promoviendo la implantación de un sistema de poder discriminatorio y absolutista, ajeno a nuestra idiosincrasia, torciendo e interpretando la constitución y las leyes a su conveniencia.
En cuanto a la falta de credibilidad en el liderazgo opositor, la culpa, como siempre, es de los otros, como diría Cantinflas. El liderazgo no esta en sintonía con la gente y no ha podido ponerse de acuerdo en como enfrentar a este monstruo de poder y dinero. Porque no se puede combatir a Goliat pensando en cubrir con parches de colores sus agujeros. Mientras el régimen teje su telaraña comunista, los partidos intentan proteger sus pequeños espacios y sobrevivir ante la araña mona que los paraliza. Ahora que han comenzado a comprender el tamaño de sus tentáculos, se han unido para contener la arremetida, pero- salvo honrosas excepciones – pocas veces le hablan claro y raspao al ciudadano sobre lo que el gobierno llama la “profundización del socialismo”. Capriles abrazó con ocasión de las elecciones del 7 de Octubre a toda la oposición política a este régimen, simpatizaran o no con su persona, pero que estaban claros de cual era el sistema de gobierno en el cual no querían vivir. Son más de 6 millones y medio de votantes los que están parados firmemente en contra del totalitarismo que pretenden implantar en Venezuela. Este ejército de venezolanos demócratas necesitan de una dirigencia política que le muestre el camino, para que cada quien asuma la responsabilidad que le corresponde como ciudadano, de trabajar para rescatar el Estado de Derecho y de Justicia que debe incluirnos a todos, repito, todos los venezolanos.
No se trata entonces de buscar con lupa un líder que encarne todas y cada una de las características que cada uno de nosotros queremos para creer que esa persona escogida si es “el líder”.’ Se trata de entender que cualquier alternativa democrática que demuestre tener el interés, la claridad suficiente de a quien enfrenta, la capacidad de trabajo y el valor de llamar las cosas por su nombre, es válido y debe ser tomado en cuenta y apoyado. El liderazgo político debe escuchar e incorporar a los ciudadanos a esta lucha de todos contra el comunismo, porque precisamente, si están del lado de la democracia, es porque no están dispuestos a seguir instrucciones como rebaño sin entenderlas y estar de acuerdo con ellas. Nosotros no somos masa, y rechazamos cualquier intento de convertirnos en masa, venga de donde venga.
Todos debemos desde la trinchera que sea, luchar día a día para reforzar los valores y principios democráticos. Convertirnos en un ejército de hormigas que no se deja someter sino que sigue adelante, exigiendo sus derechos, cumpliendo con sus deberes y defendiendo el sistema de libertades y democracia en el que queremos vivir y que esta gente camorrera nos rebana semana a semana.
Al régimen se le acabo el tiempo. Cada vez se le pone más difícil tapar la incapacidad, la corrupción, la falta de políticas públicas coherentes. Hasta ahora ha contado con la tolerancia de sus simpatizantes, pero ya no puede estirarla más .Al venezolano se le sacrificó su seguridad, su bienestar social, su salud, su alimentación, su educación y todo que depende de la inversión del Estado para favorecer a gobiernos extranjeros y seguir gastando en propaganda política y en armas. Ahora tenemos un país al borde del colapso económico, que tendrá que devaluar de nuevo su moneda, empobreciéndonos, y sometiéndonos aún más. Pero creo firmemente aquello de que somos como el cuero seco. Cuando nos pisan por un lado, nos levantamos por el otro.