Recuerdo los hechos de aquel 4 de febrero de 1992 y el ambiente o entorno político y anímico que vivía el país. Lo recuerdo claramente. No me simpatizaban para nada Carlos Andrés Pérez ni su gobierno. Estaba harto como debía estarlo buena parte del país. Aunque también es verdad que millones lo adoraban. Me desesperaba la incomprensión de la dirigencia política de los grandes partidos acerca del estancamiento nacional. Sin sueños, banderas ni ideas para un nuevo futuro. Pese a todo, los golpes militares me causaban (y causan) repudio. Así lo dije aquel mediodía en la radio. El oficio militar es muy respetable pero para lo suyo: el resguardo de la soberanía nacional, no para imponerse abusivamente por la fuerza de unas armas que les dio la República, bajo juramento de usarlas debidamente. La traición y la simulación no son motivo de festejos ni aplausos. El “ordeno y mando” del mundo militar es para los cuarteles o para la guerra. No para ejercer el gobierno ni para la vida ciudadana.
Aquel golpe militar fracasó. Yo deseaba cambios pero con más democracia, no con militarismo. Por lo demás y aunque a mi no me simpatizara, el de CAP era un gobierno electo democráticamente por una abrumadora mayoría popular. Había una Constitución legítima. Con los días supimos que el jefe del golpe no se fajó a pelear, sino que se escondió en el Museo Militar. Mandó a los suyos a matar o morir -de hecho hubo más de 200 muertos- pero él quedó en lugar seguro y sin riesgos. Tenía tropa para marcar la diferencia en Miraflores pero no bajó a arriesgar. Lo denunciaron sus compañeros aunque la necesidad de mantenerse unidos les obligaba a ponerle sordina al reclamo. Supimos también que había grupos de civiles de vieja militancia de extrema izquierda (algunos ex comandantes guerrilleros) comprometidos con el alzamiento, pero el jefe militar del golpe los dejó embarcados para que en caso de triunfar no “repartir el poder”, sino quedar todo para el bando militar.
Las “banderas morales” de los militares golpistas, con lo que pretendían justificar el acto de fuerza, eran el rechazo a la corrupción, la soberanía nacional y el rechazo al populismo y la politiquería. 21 años más tarde, ¿qué tenemos? Un iraní capturado en Alemania con un cheque de 300 millones de bolívares (300 mil millones de los viejos). Tenemos Pudreval y sus 150 millones de kilos de comida podrida, junto a los “coima gates”. Sin investigación ni castigo. La mafia de las cabillas. El maletín de los 800 mil dólares. La deuda externa que era de 30 mil millones de dólares ya se acerca a 200 mil millones de dólares. ¡Increíble!, con el barril de petróleo a 100 dólares. Si las cárceles venezolanas eran una vergüenza, ahora son el peor infierno jamás imaginado donde el gobierno no gobierna, con más de 700 muertos en apenas el último año y medio.
¿Soberanía nacional? La destrucción sistemática de la industria nacional estatal y privada nos ha llevado a devaluación tras devaluación. El bolívar “fuerte” se volvió sal y agua perdiendo casi el 100 por ciento de su valor en sólo dos años. A China se le entrega ahora el control de las riquezas mineras a cambio de más deuda. Les debemos hasta la camisa. Ahora importamos cabillas, aluminio, acero, bauxita, ¡gasolina!, café, pollo, arroz, carne. Sidor, nuestra otrora maravillosa Sidor acaba de perder casi mil millones de dólares en un año y produce tan poquito que el país importó de China en 2012, 520 mil toneladas de productos de acero. ¿Qué queda de Venalum, “la Gran Planta”? ¿De Alcasa y Bauxilum? ¡Hasta Minerven está en ruinas justo cuando la onza de oro alcanza precios récord!
Retrocedimos a lo peor de los gobiernos militares de inicios del siglo pasado. Nunca fuimos tan dependientes del rentismo petrolero y de las potencias extranjeras como hoy. ¡Hasta para la gasolina que consumimos dependemos del imperio! Los gringos gozan con el “antiimperialismo” de fachada y puro bla bla. Los chinos hacen su agosto con nosotros. Ni decir de la gerontocracia vitalicia cubana. Brasil, Uruguay y Argentina encontraron su “mina de oro” en contratos ventajosos y la fuente inagotable de petrodólares para comprarles todo. Colombia nos vende 20 y compra sólo 2. Santos se frota las manos. Nada que celebrar, salvo los que pretenden seguir montando un teatro de disfraces para seguir dueños del poder y los negocios. Lo único que les importa. Farsa de supuesto socialismo sólo para la propaganda.
TIP 1: Bauxilum. Ayer enviaron una circular a los “traders” o intermediarios del negocio internacional de los metales. Les piden ofertar para que Venezuela importe 700 mil toneladas de bauxita entre este mes y mayo próximo. ¡Qué vergüenza nacional!
TIP 2: Maduro no sólo imita a Chávez… ¡ahora también trata de imitar a Capriles! Insulta y dices groserías tratando de parecerse a Chávez con muy poco éxito porque suena hueco y falso. Para colmo, ayer se puso la gorrita de Capriles. La “revolución” va “de Guatemala a Guatepeor”.
@damianprat (en Twitter)