Está científicamente probado que cuando nos enamoramos “perdemos el juicio”. ¿Qué es la neurobiología del amor? ¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando amamos? Infobae entrevistó a un neurocientífico.
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Cuando nos enamoramos parece que nos olvidamos del mundo y sólo vivimos en función de la otra persona. De repente, un poderoso sentimiento se apodera de nosotros y ya no queremos separarnos del otro. Y hasta está científicamente probado que cuando nos enamoramos “perdemos el juicio”.
Infobae consultó a Facundo Manes, director de Ineco y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
-¿Se puede medir científicamente el amor?
Cuando hablamos de amor, es importante tener en mente que la ciencia reformula conceptos establecidos con nuevos conceptos, que pueden estar relacionados con los anteriores pero no son lo mismo.
Esto quiere decir que cuando hablamos de amor en la neurociencia, no estamos queriendo revelar un sentido hasta hoy oculto de lo que sentían Romeo y Julieta. Lo que estamos haciendo es abordar un tema de la neurobiología que llamamos “amor”.
Antes de la Química moderna, se pensaba que los elementos básicos eran tierra, agua, fuego y aire. La tabla periódica moderna define los elementos de manera diferente y ahora sabemos que, de esta manera, es más adecuada.
Lo mismo pasa con conceptos como “memoria”, “atención”, “inteligencia” y, justamente, “amor”. En el uso cotidiano, estos términos tienen múltiples significaciones, por lo que es difícil que la ciencia los pueda medir.
Lo que la ciencia puede hacer, basada en datos y teoría, es reemplazar estos conceptos con otros bien definidos y que sí pueden ser medidos.
El amor, desde el punto de vista neurocientífico, es una experiencia que involucra masivamente los sistemas cerebrales de recompensa. Este sentimiento está íntimamente relacionado con la perpetuación de la especie y, por lo tanto, tiene una función biológica de crucial importancia.
Recién en los últimos años algunos grupos de investigación han intentado estudiar los correlatos neuronales del amor en humanos. Si bien la nueva tecnología permite obtener imágenes muy precisas de lo que pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos, debemos ser cautos en la interpretación de muchos de los resultados, ya que sólo nos proveen información de una relación entre un área cerebral y el estado de enamoramiento.
-¿Cómo podemos intentar definir al amor desde la neurociencia?
El amor es uno de los tópicos más elaborados por las obras artísticas. Grandes películas, novelas o poemas están atravesados por grandes amores. De la misma manera, el amor es un elemento fundamental en la tradición mítica o en la historia social. Y, por supuesto, también constituye un interesante desafío para la neurobiología.
Sobre la base de la investigación en la neurociencia social, podemos intentar definir el amor como un estado mental subjetivo que consiste en una combinación de emociones, de motivación (clave en el logro de metas y objetivos) y funciones cognitivas complejas.
Hoy sabemos que el amor es, más que una emoción básica, un proceso mental sofisticado y complejo.
-¿Qué efectos y cambios provoca en nuestro cerebro el estado de enamoramiento? ¿Qué mecanismos se activan y por qué?
El amor modifica nuestro cerebro y diversos estudios han demostrado que cuando las personas están profundamente enamoradas, tienen fuertes manifestaciones somatosensoriales: sienten el amor en su cuerpo, en sus mentes, están más motivadas, tienen mejor capacidad para enfocar su atención y reportan ser más felices.
Estudios de neuroimágenes funcionales (una técnica de investigación que permite medir la actividad cerebral) han evidenciado que el amor activa sistemas de recompensa del cerebro (las mismas áreas que se activan cuando las personas sienten otras emociones positivas, cuando están motivadas o cuando pueden anticipar una experiencia de gratificación) y se desactivan los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas y de la evaluación social.
En otras palabras: la corteza frontal, vital para el juicio, se apaga cuando nos enamoramos. Neuroimágenes funcionales muestran que esta desactivación sólo ocurre cuando a alguien se le muestra una foto de la persona que lo apasiona y logra que se suspenda toda crítica o duda.
El cerebro podría comportarse de esta manera por “altos fines biológicos”, haciendo la reproducción más probable. Si el juicio se suspende, hasta la pareja más improbable puede unirse y reproducirse.
Las neuroimagenes han demostrado, también, que un área del cerebro importante en la regulación del miedo y regiones implicadas en emociones negativas se apagan.
Esto podría explicar por qué nos sentimos muy felices con el mundo -y sin miedo de lo que podría salir mal- cuando estamos locamente enamorados. También se observó que el amor está relacionado con algunas activaciones específicas en las áreas del cerebro que median funciones cognitivas complejas, como la cognición social, la imagen corporal y asociaciones mentales que se basan en experiencias pasadas.
-¿Nuestro cerebro diferencia el amor que sentimos por una pareja del maternal o fraternal?
Aunque el amor maternal y el amor romántico son claramente diferentes, ambos activan áreas similares del cerebro involucradas en la emoción, la recompensa, la motivación y la cognición.
Sin embargo, se observó que una pequeña región en el centro del cerebro, en el Tegmento, llamada PHG, es importante y es más activa para el amor maternal, en comparación con el amor romántico.
Esto, en realidad, tiene sentido porque esta zona PHG está específicamente involucrada en la supresión del dolor endógeno que las personas experimentan cuando tienen experiencias profundas y dolorosas, como el parto. Además, esta área es importante en el sistema de gratificación.
-¿Qué porcentaje de influencia tiene el cerebro cuando una persona se enamora? ¿Sólo decide el cerebro o influyen otros factores? ¿Se ama con el corazón?
Suena romántico, pero no es cierto. El cerebro dicta toda nuestra actividad mental: desde procesos inconscientes, como respirar, hasta los pensamientos filosóficos más elaborados. El corazón, en realidad, es la víctima de las emociones que se originan en el cerebro. Los estudios de psicología social han demostrado que el proceso de enamorarse tiene que ver con motivaciones: nuestras experiencias pasadas están almacenadas en alguna parte de nuestro cerebro y, de alguna manera, guían nuestro comportamiento y toma de decisiones.
Estudios recientes en neurociencias han descubierto que ciertas áreas cerebrales cognitivas, que cumplen el rol de almacenar este tipo de asociaciones mentales que se basan en nuestro pasado y en nuestras experiencias positivas y negativas se activan rápidamente en el amor.
También se ha observado en estudios electrofisiológicos que estas áreas del cerebro se activan en un abrir y cerrar de ojos, en un quinto de segundo, al ver un estímulo relacionado con la persona amada.
Esto significa que la forma por la cual almacenamos nuestras experiencias pasadas con relación a las áreas cognitivas de nuestro cerebro puede tener una influencia en áreas más básicas del cerebro involucradas en las emociones básicas y el procesamiento visual. Por ende, puede guiar nuestro comportamiento y toma de decisiones.
-¿Se sabe algo, desde una perspectiva evolutiva, sobre las razones por las que hemos desarrollado la necesidad de amar a las personas, parejas, hijos, etcétera?
Hay muchas hipótesis sobre el papel del amor desde un marco evolutivo. Una de las hipótesis predominantes es que el amor ha evolucionado como resultado de interacciones entre las bases genéticas de la compleja conexión social y las relaciones y apego entre personas.
Una última reflexión…
Los estudios del cerebro y el amor conforman un campo de la neurociencia social que aún está en pañales y hay muchas áreas nuevas para abordar. Una de ellas sería estudiar el amor como un proceso continuo, en lugar de como una fase estacionaria, e investigar las modulaciones de las diferencias individuales a lo largo de este continuo, entre y dentro de los individuos, a través de toda la vida.
Igualmente, estos estudios configuran un desafío fascinante para descifrar la implicación del cerebro en la experiencia amorosa y, sobre todo, para definir de qué hablamos cuando hablamos de amor.