La historia está llena de ejemplos en los cuales la unión de naciones; individuos o grupos sociales, políticos, religiosos o étnicos, contra un adversario o peligro común se produce no por la sabiduría de sus dirigentes o comunidades sino por la brutalidad de la acción del adversario.
Un caso en cuestión es la unión de varias de las naciones europeas, y posteriormente de los Estados Unidos, contra la amenaza del nazismo. Durante años, los países europeos, predominantemente Francia e Inglaterra, ignoraron la carrera armamentista y las agresiones de Hitler, al tiempo que Rusia sellaba un pacto secreto de no agresión con Alemania. Al final fue la visión de Winston Churchill, quién nunca se engañó respecto a las intenciones y la naturaleza verdadera del nazismo, la que contribuyó de manera decisiva a que se produjera la alianza que finalmente derrotó en la segunda guerra mundial al intento nazi de dominación mundial. Pero es también indispensable entender que lo que Churchill y otros líderes lograron, habría sido imposible sin poder utilizar como argumento la naturaleza implacable de la amenaza fascista. Vender la idea de una guerra es siempre muy difícil, pero fue la convicción de los líderes y pueblos libres del mundo de que ya no era posible evitar la confrontación con Alemania lo que produjo las acciones decisivas. La guerra tuvo un costo horrendo, pero el mundo respiró aliviado, a pesar de las inmensas pérdidas, cuando se derrotó al monstruo totalitario que amenazaba con dominar al planeta por 1000 años.
En un ejemplo de dimensiones mucho más modestas pero también más cercanas a nuestra propia historia. Uno podría argumentar que la crueldad salvaje de Boves fue un catalizador muy importante en la unificación de los ejércitos patriotas contra los españoles y en la comprensión que tuvo Bolívar de que era necesario ganar a los llaneros para la causa independista, lo cual explica muchas de sus conductas en relación a Páez. Yo he sostenido en varias oportunidades que la usurpación de la figura de Simón Bolívar por la revolución chavista es una profunda impostura. El personaje verdaderamente inspirador de la gesta dirigida por Chávez no es Bolívar, sino Boves. El Taita fue un caudillo producto del resentimiento y quien a pesar de no contar con los recursos comunicacionales y propagandísticos de su contraparte contemporánea, fue extremadamente eficiente en producir polarización y terror en la población a través de sus acciones.
Los últimos actos de la usurpación bicéfala que dirige los destinos del país en supuesta representación del presidente Hugo Chávez, cuyos destinos, palabras y actos son controlados por los hermanos Castro desde La Habana, son excepcionalmente brutales y están dirigidos a gobernar sin ambages a través del miedo y la imposición. Las acciones contra los parlamentarios, la sevicia de la respuesta de Nicolás Maduro al ruego de la hija de Simonovis, la pornográfica conmemoración del 4 de febrero y la violación de cuanto resquicio de institucionalidad queda en el país debe servir como una clara advertencia de que el chavismo extremista está apuntando a eliminar lo que queda de espacio de convivencia civilizada en el país. De hecho, todo parece indicar que nos estamos avecinando a una etapa cuyo advenimiento le advirtió un funcionario cubano a una querida amiga ante la pregunta de ésta sobre lo que se avecinaba en Venezuela. La respuesta, palabras más, palabras menos fue brutal: En Venezuela el chavismo ha conseguido cosas en poco tiempo y dentro de una formalidad democrática que a los cubanos nos llevó años y solamente después de mucha violencia. Estamos admirados de eso. Lo que sigue es salir de la clase media que no apoya a la revolución: o se adaptan o se van del país. Lo importante no es la exactitud de las palabras, de las cuales no puedo dar fe en su detalle, sino de la esencia de su contenido: la siguiente fase de la revolución apunta a hacerle insoportable la existencia a la parte de la población que se opone al régimen. El asalto comienza contra la dirigencia pero en verdad se dirige a quebrar la resistencia de los sectores democráticos.
Así las cosas, van quedando pocas dudas de que estamos ante una encrucijada muy compleja en la cual se pueden estar jugando los destinos del país en los tiempos por venir.
Paradójicamente, la acción implacable del chavismo puede tener el efecto virtuoso de unificar a todos los sectores democráticos, eliminando, en la práctica, las divisiones internas ocasionadas en buena medida no solamente por la ausencia de consenso respecto a la caracterización del régimen, sino por la ilusión de que era posible llegar a una solución mágica según la cual era posible simultáneamente ganar la batalla contra el autoritarismo chavista y alzarse con el liderazgo de la oposición.
La dura realidad está determinando que lentamente se produzca una convergencia de todas las fuerzas, tradicionales y de nuevo estilo, que creen en la democracia y la libertad.
Resta por transformar esta convergencia en una conducta política eficiente que logre el milagro de la resistencia cívica y pacífica con cobrarle sus profundos errores a la oligarquía chavista y reconciliar al pueblo venezolano. En un sentido figurado, la ausencia de un Churchill tropical que unifique a la nación contra el autoritarismo, puede ser suplida con una dirección política colectiva y eficiente que termine por aprender se sus errores.
Por supuesto, con una pequeña ayuda de los usurpadores, para que la gente termine por entender lo que viene si no se actúa. En ninguna parte está escrito cómo terminará esta historia y la dirigencia debe prepararse para escenarios que pueden ser impredecibles y que se hagan posibles por los errores que está cometiendo la camarilla usurpadora.