Los silenciados intelectuales del “proceso” ven con claridad el asunto: transcurridos los primeros 60 días del gobierno de “la sucesión”, éstos alertan sobre el peligro de que la revolución se problematice, por la falta de previsiones que, poco a poco, van haciéndose indispensables. La más importante de ellas es la revaluación del proyecto socialista, a la luz de la ausencia de la única figura que poseía la capacidad y el peso específico para plantearse los ambiciosos objetivos ideológicos, que sólo un hegemón como Chávez podía animar. Las preocupaciones son razonables, pues -en el campo de la intelligentziabolivariana- a nadie escapa el hecho de que sus nuevas autoridades están enfocadas, exclusivamente, en la adopción de decisiones pragmáticas que no involucran el largo plazo de la revolución.
Concentrados en lograr la sustitución de la robusta imagen del comandante-presidente, Maduro y Cabello no parecen ver más allá de la obtención de una nueva victoria electoral: un tema al cual están reducidas sus actuaciones, que también buscan socavar los esfuerzos desplegados por otras corrientes internas, desdeñadas por La Habana, y que hoy asoman tímidamente sus cabezas para reclamar la porción de poder que creen merecer, en virtud del rol desempeñado en el golpe del 4 de febrero. La mira corta de la “sucesión”, no puede sino encender las alarmas: en especial entre quienes han asumido -con indudable y necesario realismo- que la revolución bolivariana dejará de ser lo que fue mientras era guiada por el prestigioso liderazgo de Hugo Chávez.
El vacío que ha dejado el comandante no puede llenarse sólo con el rostro de un Maduro esmerado en parecérsele, o de un Diosdado que pretende empoderarse a punta de amenazas. La ausencia de Chávez exige una sincera redefinición de los objetivos del proyecto socialista, que se verá amenazado por nuevos y muy profundos conflictos, si “la sucesión” se niega a aceptar que una cosa era la revolución encabezada por Chávez y otra muy distinta, una revolución conducida por quienes carecen del carisma y la capacidad pedagógica del aquejado Presidente.
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