El nivel relativo de captación de inversión extranjera es un indicador de cómo marchan las economías. Y también de cómo son percibidas más allá de las fronteras nacionales. Los capitales internacionales se establecen en aquellos países en que las condiciones políticas, económicas e institucionales sean las más adecuadas para su expansión, y entre ellas juega un papel decisivo la seguridad jurídica.
Los países latinoamericanos han servido de receptores de inversión extranjera desde hace varios siglos, teniendo ésta motivaciones diversas. Desde lo comercial, pasando por lo industrial hasta lo meramente especulativo bursátil.
En los últimos años, las cifras de que disponemos registran que esta inversión se ha incrementado de manera importante en la región, a pesar de la crisis financiera que se desencadenó en el 2008.
Pero esta captación de capitales extranjeros ha sido muy desigual, precisamente a causa de la valoración que los inversionistas foráneos hacen de cada país. Pero hay unas naciones que son preferidas más que otras.
Según el Global Investment Trends Monitor, para el 2012 son 6 los países de América Latina principales destinos de las inversiones extra-región. En millones de dólares: Argentina, 11.000; Brasil, 65.300; Chile, 26.400; Colombia, 15.800; México, 17.400 y Perú, 11.000; los 4 últimos, por cierto, reunidos en un proyecto integracionista de reciente creación, conocido con el nombre de Acuerdo del Pacífico.
Sigue liderando Brasil, pero ha reducido su participación porcentual en el total, y los sectores que han recibido mayor inversión en la región son los extractivos, electricidad y banca. La inversión es sobre todo europea.
¿Cuál es el denominador común de estas economías latinoamericanas que las hace más atractivas que otras al inversor extranjero?
En general, políticas de libre mercado, su respeto a la propiedad privada, garantías de seguridad jurídica, políticas fiscales, monetarias y cambiarias constantes y adecuadas. Estas sanas políticas permiten igualmente programas sociales para los sectores empobrecidos y rezagados, que propicien su ascenso en sus niveles de vida, educación, salud, entre otros.
Estas políticas han logrado aumentar la clase media de estos países, factor clave en el crecimiento, el desarrollo y la inserción internacional.
En 2011, América Latina y el Caribe recibieron 153.991 millones de dólares de inversión extranjera directa (IED), un 28% más que en 2010. 40% vino de Europa, y a los sectores eléctrico y banca, principalmente. Se informa que en el 2012, subió en un promedio del 7,2%.
La estabilidad política es también un factor crucial a la hora de las preferencias del inversor. Éste huye de las situaciones volátiles y de incertidumbre social y política. Busca ambientes sosegados en que su dinero no esté sometido a bruscos vaivenes del entorno.
Venezuela, nuestro país, sigue, desafortunadamente, en su desaforada carrera hacia el foso en esta materia de atracción de inversiones foráneas. Las cifras son desoladoras. No lo podríamos haber hecho peor. La caída, con sus altibajos, a lo largo de 14 años, es estrepitosa.
Desde que está en el gobierno Chávez, no se ha vuelto a lograr los niveles anteriores a su mandato.
De acuerdo con los distintos índices que se publican en el mundo sobre clima de negocios, competitividad, corrupción o inversiones, Venezuela está ubicada en los últimos puestos, acompañando a estados fallidos y atrasados. Y a medida que pasan los años vamos descendiendo en el ranking.
En reciente cumbre de CELAC-Europa, el gobierno venezolano, una vez más, junto a gobiernos afines, defendió posiciones absurdas y anacrónicas sobre no dar garantías de seguridad jurídica para las inversiones. Cree equivocadamente que con enfoques demodés soberanistas va a atraer más capitales.
La obra de demolición de las instituciones que ha efectuado el gobierno venezolano, consistente con aquella posición disparatada e inconveniente, tiene su correlato en el ámbito económico en una conducta deliberada que conduce a la expulsión de las inversiones existentes y espanta las que pudieran venir.
En tales condiciones, el inversionista europeo o norteamericano preferirá irse a otro lado a crear riqueza y empleos. En nuestra región, por ejemplo, a Colombia, Chile o Costa Rica.
Hace mucho perdimos la esperanza de que el gobierno entre en razón. Dura será la tarea de reconstrucción en todos los órdenes de la vida nacional. Y recuperar las inversiones debe ser objetivo prioritario.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV