Hemos presenciado cómo en los últimos días, en medio del interregno indefinido que padecemos, tres protestas lograron poner al gobierno en posición de retirada.
La primera de ellas, el 4 de febrero, cuando periodistas a los que se les impedía entrar a cubrir los actos y la sesión en la Asamblea Nacional, escenificaron una protesta a las puertas del Capitolio. Rápidamente consiguieron apoyos de otros periodistas que allí estaban, de dirigentes gremiales y de diputados que salieron a hacer presencia. La noticia se difundió rápidamente y las redes sociales (en este caso fueron primordiales ya que fue a través de Twitter que los periodistas avisaron que “los sacaban” del recinto).
El 7 de febrero fuimos sorprendidos con la noticia de que en Urimán, en el estado Bolívar, un grupo de soldados y oficiales del Ejército habían sido retenidos y desarmados por integrantes de la etnia Pemón. Obligaron a sentarse a las autoridades y acordaron con ellos una larga listas de temas. Los pemones supieron medir los tiempos, lucieron organizados y definieron objetivos. Tienen ahora una buena base para seguir ahondando en su lucha.
Tanto, que otras etnias se han pronunciado a posteriori apoyando las acciones y los puntos acordados y haciendo nuevas exigencias.
Los pueblos indígenas, en estos años, han mantenido una continua lucha por sus derechos. Y el gobierno, lejos de sentarse y hacer valer promesas, por ejemplo la demarcación de tierras, ha iniciado procesos que criminaliza esas luchas y la de los activistas y defensores, por ejemplo el caso del juicio que se abre a Provea y Homo et Natura por apoyar y acompañar una protesta del pueblo Yukpa. Los pemones, conocedores de está situación, organizaron una protesta radical, pero corta y efectiva.
El jueves 14 un grupo de estudiantes se presenta en la Embajada de Cuba en Caracas con la intención de hacer entrega de una carta. Lo que podía haber sido una protesta de baja intensidad se transforma en un conflicto con fuertes repercusiones cuando la Guardia Nacional Bolivariana los reprime, detiene a siete manifestantes y agrede a reporteros y fotógrafos. La noticia obviamente comienza a circular y genera solidaridad de diferentes sectores con los afectados. Pocas horas más tarde son puestos en libertad los detenidos, pero la protesta frente a la embajada continúa no sabemos exactamente con qué objetivos.
Tres protestas que en febrero han copado el interés de la opinión pública, tres formas de protestar y tres resultados distintos. Los periodistas, ninguneados por largo tiempo en la AN y en muchos sitios oficiales, hicieron una protesta corta y efectiva y marcaron una pauta que puede ayudar a cambiar en el futuro la actitud de organismos y personeros del gobierno hacia la prensa. Los pemones, con una protesta radical, desarmando y reteniendo a efectivos del ejercito, lograron sentar, también en un corto plazo, al gobierno en una mesa.
Han logrado además que otras etnias se sumen a sus pedidos y han sido efectivos en difundir a los cuatro vientos su problemática.Y el grupo de estudiantes, que lograron con su protesta anotarse un buen punto el jueves pasado, corren el riesgo de echar en saco roto los réditos al embarcarse en una protesta indefinida y sin objetivos claros.
También nos dejan estás protestas que analizamos hoy otras reflexiones. Más allá del interés mediático sobre algunas protestas y conflictos, en Venezuela se llevan a cabo numerosas acciones a diario protestando por la inseguridad, acceso a la vivienda, condiciones laborales, crisis eléctrica y un largo etcétera.
La solidaridad en nuestra sociedad está dividida en compartimientos estanco que a veces, por difusión de determinados conflictos en los medios y en las redes sociales, pareciera extenderse entre los sectores. Pero no nos engañemos, mientras no veamos y sintamos que los problemas del vecino, mas allá de la crispación política que vivimos, son nuestros, no seremos una sociedad solidaria y el poder, por aquello del divide y vencerás, nos seguirá oprimiendo.