“Casi todos tienen una triste historia”, apunta María Gabriela, mientras señala a uno y otro, indicando referencias sobre las circunstancias del rescate: basurero, atropellado, quemada, basurero, envenenada, botada… Y así prosigue, rodeada de sus 166 perros, a quienes se dedica por pura pasión humana, y por quienes decidió crear una fundación, Esperanza Animal, para conseguir donaciones.
“También para que la gente entendiera que esto es serio. No es lo mismo que yo diga que tengo 160 perros a que tengo una fundación. Por lo menos me quitan lo de loca (risas)”. El nombre de la casa abrigo -agrega la joven veterinaria- proviene de la perra de una amiga suya que también fue rescatada de la calle y se llamaba Esperanza; por cierto que una hija de la difunta homenajeada, forma parte de la familia canina de María Gabriela.
Como los casos extremos son prioridad a la hora de un rescate, Esperanza Animal abriga hoy día perros sordos, ciegos, mutilados, quemados; incluso hay dos que no pueden usar sino sus dos patas delanteras, Muñeca y Sábata, quienes se valen de sendos carritos fabricados con los que tiran de dos ruedas a manera de patas traseras.
Aunque no hay cifras oficiales que reflejen cuántos animales viven en las calles, la Organización Mundial de la Salud calcula que por cada persona existen cuatro perros abandonados. Así lo advierte la Asociación Pro-Defensa de los Animales (Aproa) en su página web.
“El poder de uno”
María Gabriela Jaar recuerda que comenzó a recoger perritos abandonados como a los 17 años, cuando comenzaba sus estudios de Veterinaria en la UCV. “El problema es que comencé a llenarle la casa de perros a mi mamá, hasta que me di cuenta que necesitaba mi espacio propio si quería hacer esto de por vida”.
Con el tiempo, logró un crédito hipotecario para adquirir una casa en las afueras de Caracas, que luego fue acondicionando con tuberías para disponer de agua, tanques, casitas, malla perimetral y hasta una piscina inflable. Todo ello gracias a donaciones de amigos y particulares que la apoyan.
Esta heroína anónima de los caninos abandonados entiende que pocos ciudadanos podrían emular su noble causa, pero cree que si todos afinaran su sensibilidad humana cada pequeño aporte valdría para reducir el drama de los animales callejeros.
“Colaborar con las fundaciones que siempre están haciendo jornadas de esterilización es importante, es una medida necesaria para evitar la reproducción de perritos de la calle. Dando de comer parte de esa comida que se desperdicia a un animal abandonado tú le puedes cambiar la vida aunque ese día. Donar comida, medicinas, hay muchas cosas que se pueden hacer”, aconseja.
Vale también dejar a un lado ciertos prejuicios. “Hay gente que bota un cachorro porque su perra de ‘raza pura’ quedó preñada de un mestizo”, dice, antes de presentar a Patricia, una Cocker color caramelo que fue a dar a la calle con su hijo “impuro”. “¡Si los mestizos son perros únicos! ¡No hay dos mestizos iguales!”, cuestiona.
Estas organizaciones suelen conseguirse en internet mediante una búsqueda sencilla en google. Esperanza Animal, por ejemplo, está en Facebook (http://www.facebook.com/pages/Fundación-Esperanza-Animal/336470689770675?fref=ts), junto a otras de similar espíritu, como Voluntarios por los Animales o Aproa, que promueven jornadas de esterilización y vacunación a precios razonables.
María Gabriela decidió, hace pocos días, poner en práctica la figura del padrinazgo. Cualquiera que desee unirse, puede escoger un perro y ayudar con su manutención. Así que espera que su celular repique con llamadas amigas (0414-9191357).
También requiere esta chica que una institución pública la auxilie con un derrumbe que “se comió” parte del terreno adjunto a la casa, y que precisa un muro u obra similar para evitar algo peor.
Benito, rescatado en Quinta Crespo cuando era un cachorro atormentado por la sarna; Lechuga, salvada de un basurero en Coche, entre legumbres descompuestas; Sorda, que entiende por señas; Kicha, muy afectuosa con los extraños; Catira, otrora callejera de Playa Pantaleta; o Gusy, cuyo nombre se debe cariñosamente a los gusanos que casi lo matan, lo agradecerán siempre. AVN