Además del cigarrillo o el alcohol, existen otras adicciones que, por ser consideradas “menores”, muchas veces no se les da la importancia que verdaderamente tienen.
Lo que primero empezó como un juego para Verónica, terminó convirtiéndose en una adicción. “Cuando empecé a trabajar, a los 19 años, con una amiga nos propusimos que nuestro primer sueldo lo íbamos a gastar en ropa para salir a bailar. Desde chica me gustaba mucho la ropa, y cuando empecé a manejar mi propia plata me descontrolé. Obtuve una tarjeta de crédito y empecé a gastar más dinero del que tenía a disposición, me endeudé mucho”, dice. Verónica, sin darse cuenta, se había hecho adicta a las compras: empezó por ropa, luego zapatos y carteras, y finalmente cualquier cosa que veía y consideraba una “buena oferta”.
“Llegué al punto de escaparme de mi casa para ir al shopping que tenía a pocas cuadras, en Villa Devoto, en todos los locales ya me conocían. Cuando empezaron a llegar los resúmenes de la tarjeta de crédito pagaba hasta donde me alcanzaba, y se iba generando más deuda y más intereses. Pasé más de cuatro años comprando compulsivamente. Hubo un momento en que había hecho un cálculo de cuánto tiempo iba a tener que trabajar para pagar todo lo que debía y me asusté”. Clara, su mamá, fue la primera que se enteró de su problema, y la convenció de visitar un centro psicológico, donde le recomendaron un tratamiento ambulante con un especialista.
“El caso de Verónica tiene un punto en común con gran parte de los casos que traté en los últimos años, y es que su adicción era totalmente legal”, detalla el psicólogo Ignacio Spinetto, quien junto a un equipo de profesionales viene tratando casos de adicciones desde hace más de quince años, cuando crearon el Centro de rehabilitación de adicciones Villa Devoto. “Hay casos, como el del cigarrillo o el alcohol, que son legales (con restricciones pero legales al fin), pero existe una cierta conciencia para el tratamiento de estas adicciones. Sin embargo, hay muchos otros casos que las personas consideran que son menores, o que pueden deshacerse de ellos fácilmente, y no le dan verdadera importancia”.
Comprar compulsivamente, mirar televisión todo el día, comer comida rápida en exceso, los juegos de azar, los videojuegos, son sólo algunas de las adicciones “menores”. “El tratamiento que se les da a estos pacientes es igual al de cualquier otra adicción. Pero en general, en estos casos, cuando vienen al Centro los pacientes están en una etapa muy avanzada de su adicción y muchos nos confiesan que pensaban que podían resolver su problema sin ayuda profesional”, explica Spinetto.
Uno de los casos que trataron en el Centro en los últimos años es el de María José, una jubilada de 72 años que pidió ayuda para superar su adicción al azúcar. “Me di cuenta de que a todo lo que comía, tuviera o no, le agregaba azúcar. Incluso antes de probar la comida ya le agregaba porque pensaba que no iba a tener gusto. Durante un tiempo traté de reemplazarlo por edulcorante, pero el sabor me resultaba muy artificial; y si pasaba mucho tiempo sin consumir nada dulce, me daban cada vez más ganas de probarla. La abstinencia me ponía muy nerviosa. Me asusté un poco cuando me vi así”, sostiene.
Un artículo publicado en febrero de 2012 por un equipo de investigadores de la Universidad de California, Estados Unidos, liderado por Robert Lustig, experto en pediatría y endocrinología, sostuvo que el azúcar plantea suficientes riesgos para la salud, y que debe ser considerada una sustancia controlada al igual que el alcohol y el tabaco. El artículo, titulado “La toxica verdad sobre el azúcar”, asegura que existe cada vez una mayor evidencia científica que demuestra que la fructosa, uno de los componentes del azúcar común, junto a la glucosa, puede desencadenar procesos que conducen a la toxicidad del hígado, además de ser culpable de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, obesidad o arterioesclorosis.
Según estadísticas del Centro Azucarero Argentino, en 2012, el consumo promedio de azúcar simple fue de 42 kilos por habitante por año, cifra en la que se incluyen golosinas y bebidas, siendo estas últimas las que más aportan para llegar a esa cantidad: un estudio publicado en 2009 por el Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil (Cesni) mostró que entre el 9 y el 16 por ciento de las calorías diarias que consumimos es aportado por azúcares contenidos en bebidas.