El hilo conductor de la política para abatir la inflación diseñada por el gobierno ha sido una y única, con las especificidades del caso. Esa política consiste en fijar el tipo de cambio para abaratar las importaciones a costa de la destrucción del aparato productivo interno. Esa política que ha fracasado en todos los países donde se ha aplicado, en Venezuela se ha instrumentado con una persistencia que ha hecho del país una especie de campo para la experimentación de ensayos fallidos. Como se documenta en el gráfico anexo, para una muestra de países de América Latina durante el lapso 1999-2011, Venezuela tuvo una inflación acumulada de 1.009%, el record de la región, mientras en países como Perú la inflación acumulada en trece años alcanzó 35,0% y en Colombia 94,0%, a pesar de que en ambos casos el tipo de cambio fluctuó y nunca estuvo fijo.
Lo que hizo la diferencia entres esos países y Venezuela fue que aquí el BCV y el Ministerio de Finanzas actuaron de manera irresponsable generando déficits fiscales que fueron financiados mediante la impresión de dinero. De esta manera, BCV se transformó en el principal enemigo del bolívar contribuyendo a su literal destrucción como medio de pago. Actualmente, muy pocos confían en bolívar, muchas transacciones se realizan en dólares y como instrumento para ahorro, el bolívar es inservible.
Siempre practicando con la economía, estuvo manejando el gobierno durante algún tiempo, alrededor de 2008, con la noción algo exótica de que la inflación en Venezuela tiene causas estructurales. Nunca se precisó qué se quería decir con ello para luego, por inútil, ser descartada por el mismo gobierno, esa idea con ínfulas de teoría, como explicación convincente de la inflación en Venezuela.
De allí se movió, a partir de 2010, la política antiinflacionaria que ha seguido el gobierno hacia la tesis sobre la conspiración de comerciantes y consumidores. Los primeros porque suben los precios, los segundos porque realizan compras nerviosas. A ello se adiciona, la fijación de precios por parte de la Sundecop, las inspecciones que rutinariamente realiza el Indepabis, los cierres de negocios y la imposición de multas. Así pretende el gobierno bajar la inflación. Planteadas así las cosas, el mismo gobierno ha generado escasez, destruido el aparato productivo en tanto que la inflación sigue su curso alcista. Para completar, en medio del desvarío, el gobierno pretende que una devaluación del bolívar de 46,5% no tenga incidencia sobre los precios.
2013 será un año complejo, donde el escenario más probable es que se estanque la economía, se acelere la inflación y se magnifique el desabastecimiento.