Decidirá Venezuela el 14 abril de 2013 entre dos opociones claramente diferentes para encarar los problemas del país. Por una parte esta la candidatura retrógrada de Nicolás Maduro y por la otra la candidatura de Herrique Capriles. Maduro encarna el continuismo. Es un candidato que debutó mal. Ha quedado como un supremo ignorante al afirmar el 10 de marzo de 2013, que “el chavismo ya había nacido en la lucha contra Pérez Jiménez”. Mayor adefesio histórico es inaceptable en un sujeto que se plantee dirigir a Venezuela. Su otro error fue salir ese mismo día en defensa del comunismo en un acto del PCV.
Ciertamente Maduro es un hombre con ideas básicas, forjadas en lo más atrasado del marxismo-leninismo-estalinismo. Está en la palestra pública porque estuvo al cobijo del presidente Chávez no porque brille con luz propia porque no tiene con qué. Cuando uno examina sus planteamientos encuentra que es difícil hallar un par de ideas estructuradas porque no las tiene. Es un repetidor clásico de estribillos tales como “burguesía apátrida”, “burguesía parasitaria”, sin darse cuenta que en su entorno más íntimo hay varios enriquecidos a la sombra del gobierno, debido al tráfico de influencias y al peculado, única forma de explicar las relampagueantes fortunas del cogollo en el poder.
Buscar algún planteamiento en Maduro es buscar en el vacío, porque no lo van a encontrar. Maduro actúa como si fuese un agente del gobierno cubano en Venezuela y eso es un grave peligro, que un aspirante a presidente sirva más a un gobierno extranjero antes que a su propio país, por aquello del manido internacionalismo proletario.
Ahora bien, Maduro tiene casi cuatro meses en el poder y su tránsito ha sido decepcionante. En primer lugar, tiene ya una devaluación de 46,5% del bolívar. En segundo lugar, la inflación acumula en ese lapso más de 12%. En tercer lugar, el desabastecimiento se ha incrementado peligrosamente y en cuarto término, el dólar paralelo se ha ido a las nubes como resultado de la devaluación y la astringencia que ha propiciado el ministro Giordani. En tan poco tiempo le ha hecho tanto daño al país.
Contrariamente, Herrique Capriles representa lo nuevo. En primer lugar, un proyecto de Venezuela independiente, sin subordinación a ningún gobierno extranjero. En segundo lugar, expresa Capriles el gobierno de la inclusión, donde ningún venezolano será descalcificado o execrado por su forma de pensar, tal como sucede actualmente. En tercer lugar, Capriles es expresión de estabilidad tanto política como económica.
Ya lanzó Capriles una propuesta para sacar la economía del letargo en que se encuentra mediante las siguientes acciones. Aumento de la producción petrolera para que Venezuela utilice todo su potencial productivo y con ello ayudar a reactivar la economía. Implantación del programa compre venezolano, para que sea el Estado quien avance el primer paso con el objeto de incentivar la producción nacional en lugar de seguir importando bienes que fácilmente se pueden producir en Venezuela. Aplicación de un plan para disminuir gradualmente la inflación y con ello preservar el poder de compra de los salarios. Implementación de una política económica que propenda a la estabilidad monetaria de Venezuela con el propósito de cerrar la brecha entre los tipos de cambio oficial y paralelo y proveer a la economía de las divisas de las cuales hoy carece.
Adicionalmente, está comprometido Capriles con un agresivo programa de seguridad social para mejorar la atención a los adultos mayores hoy desatendidos por el gobierno.
En Capriles encontrarán los trabajadores venezolanos hoy engañados por el gobierno al incumplir las contrataciones colectivas, un aliado sincero. La consigna de un salario digno para los trabajadores es un compromiso de Capriles.
Para Capriles será prioritario cortar los regalos al exterior y reorientar el ingreso petrolero a favor de los venezolanos. No puede el país seguir soportando la sangría de más de US$ 6.000 millones que salen de Venezuela anualmente para financiar otras economías.