Walter Nieto confiesa que jamás olvidará la noche en que Jorge Bergoglio dijo que su segunda Biblia es ‘El Libro de Oro de la Historia de San Lorenzo’, club de la primera división del fútbol argentino apodado Los Santos de Boedo o el Ciclón.
A los 77 años, uno más que su compatriota consagrado el miércoles Papa con el nombre de Francisco, Nieto recuerda que Bergoglio hizo aquel comentario en momentos en que bendecía la capilla del club.
“Fue hace unos años cuando bendijo la capilla en la Ciudad Deportiva (de San Lorenzo) y dijo que su segunda Biblia era el libro del Club”, evoca con emoción este jubilado que vive en el barrio capitalino de Boedo, cerca de la sede de la entidad azulgrana.
Nieto es uno más entre los hinchas y vecinos de Boedo, porteño (nacido en la ciudad de Buenos Aires) por excelencia y de ley, que aún no salen de su asombro por la noticia en el amanecer del día siguiente (a la elección en el Vaticano) de Bergoglio como nuevo Papa, en una Buenos Aires fresca y otoñal pese a que aún no terminó el verano austral.
“La capilla fue donada por Viggo Mortensen (Aragorn, de El Señor de los Anillos) otro fanático sanlorencista”, cuenta a la AFP este hombre que lleva en el alma los colores azulgranas.
Mortensen, actor estadounidense criado en Argentina, puso el dinero, no se sabe cuánto, pero no es barato levantar una capilla, y Bergoglio, socio número 88.235N, puso la mano de Dios en esta entidad que sufrió como pocas por haber sido desarraigada de Boedo en otros tiempos.
De aquel estadio gigante de madera llamado el Gasómetro, por su parecido con los depósitos de gas según el ingenio popular, sólo queda un enorme local de la cadena francesa de supermercados Carrefour y una pequeña sede del club para actividades físicas.
Los Santos se tuvieron que mudar a la fuerza al barrio de Flores y de allí están removiendo cielo y tierra para volver a su barrio de origen con otro Gasómetro.
Vecindario de casas bajas del estilo llamado ‘italianizante’ que dominó en la primera mitad del siglo XX, es una zona que mancomuna a obreros, profesionales y comerciantes, tanguera y popular.
De baja estatura pero aún robusto a sus años, con chaqueta y pañuelo al cuello con la pose típica del porteño que habla con las manos en los bolsillos, Nieto tampoco olvida que el club tiene una impronta religiosa desde su fundación.
“El padre Lorenzo Massa, que tenía su parroquia cerca de aquí y fue el fundador en 1908, reunió a los jóvenes jugadores y les dijo que no piensen más, que los colores tienen que ser los de la Virgen”, narra Nieto.
La imagen de la virgen en la parroquia combina en su túnica el azul y el rojo, adoptadas para las camisetas cuando el padre Lorenzo se mezclaba en los partidos arremangándose la sotana con pasión futbolera.
Un resplandor dorado de las primeras luces baña las casas de Boedo, en cuyo corazón late el alma de los Gauchos de Boedo, como también se lo llama al club por haber incorporado gente del campo en sus primeras lides.
“En esta casa somos todos ‘Cuervos’ (simpatizantes de San Lorenzo)”, dice a la AFP con orgullo y buen humor Liliana Di Capua, de 45 años y empleada administrativa, que también vive a pocas calles de la sede.
Di Capua dice estar emocionada por el nombramiento del Papa ‘Santo de Boedo’ y cuenta que ha tenido toda una vida ligada al club desde que competía de niña en patín artístico.
“Es una tradición ser de San Lorenzo en este barrio, que alcanza también a la vecina Flores, donde nació Bergoglio”, dice esta mujer que al alba ya luce su cabello negro bien arreglado y los labios pintados, antes de ir a trabajar.
‘Cuervos’, le dicen a San Lorenzo por el cura fundador, apodo entre simpático e irónico, debido al color de la sotana.
Otro hincha, Marcelo Ladelfa, un empleado de 45 años, se atreve a más y dice que Bergoglio “es el personaje más importante en la historia argentina”.
“El nuevo Papa sanlorencista es más importante que Diego Maradona o que (el cantante) Carlos Gardel”, asegura orgulloso y sin ocultar que la noticia lo conmovió.
Tanto como al médico especialista en deportes de 70 años Alberto Giorgi, cuyo hijo Darío, un director de cine de 38 años, se asombró el día que fue a trabajar una mañana y se encontró con Bergoglio en el subte (metro).
“Él no lo había notado, pero alguien le dijo mirá quién está sentado al lado tuyo. Y él se fijó en el atuendo morado y de pronto se dio cuenta que a su lado leía un libro Bergoglio”, cuenta su historia Giorgi.
El médico confiesa que lloró cuando un cardenal francés anunció en el balcón de la Basílica de San Pedro el apellido del nuevo Papa.
“Soy llorón, pero ese momento fue conmovedor, no lo podía creer, aún no lo podemos creer”, dice este hombre de baja estatura, casi calvo pero vigoroso y vital. AFP