Muchos creen que la Revolución Bolivariana significó un rumbo diferente a lo que fue la llamada IV República. Las Misiones –y toda la propaganda alrededor- entraron en juego para darle “cuerpo” a una propuesta política “revolucionaria”. El binomio líder-pueblo se materializó en Hugo Chávez. La gente teme porque un cambio de gobierno signifique el fin de las Misiones o el fin de los programas y agenda social. Hugo ya no está, así que él ya no puede ser garantía de nada y, el mismo Hugo jamás vislumbró otro líder para su revolución; no confió en otra persona hasta que no tuvo más alternativa. Si esto no fuera cierto ¿Por qué no apoyó a un Maduro para las elecciones de Octubre de 2012? ¿Por qué no le apoyó y luego asesoró durante el último trimestre de vida a su “elegido”? En lo particular creo que él sabía muy bien que sólo él era el artífice del “chavismo”. ¿Si hay un legado? ¡Claro! Pero no es sólo para los de camisa roja. Todo aquél que haya vivido los últimos 14 años de chavismo, puede –de ser una persona pensante y honesta- extraer de este escenario los nuevos paradigmas y la importancia de la agenda social; quien no lo vea, tendrá serios problemas.
Ahora dicen que hay chavismo sin Chávez, Revolución sin Chávez, que Chávez se lleva en el corazón. ¿Pero acaso todo eso no era contrario en las otras contiendas electorales? ¿No y que no había chavismo sin Chávez, Revolución sin Chávez y que Chávez era el único capaz y el resto era responsable de las ineptitudes? Ahora el panorama cambia. El partido hoy en gobierno, necesita hacer patente un chavismo más allá de Chávez. ¿Pero es que eso no debería ser así y debió ser así desde el principio? ¿Por qué el reparto tenía que garantizarse con la silla presidencial ocupada por Chávez? ¿Qué hizo Chávez y el chavismo para garantizar la sostenibilidad y sustentabilidad de los programas sociales? ¿Cuánto de nuestra economía es soberano y autogestionado?
El ahora nos impone hacer estructuras fuertes que pervivan a cualquier deceso presidencial. El ahora nos impone cambios profundos porque la orfandad a la que referí en mi artículo precedente, sólo puede significar –si queremos y ansiamos la libertad real- empezar a emanciparnos de los personalismos, de los “actos de fe” que deberían reservarse para el amor y no para la política.
Las soluciones a nuestros problemas, demandas y un país más justo pasan por hacer un país multifocal donde la descentralización, el saneamiento de la burocracia, la tecnología al servicio de respuestas rápidas y eficientes, la transferencia tecnológica permita la diversificación y la educación y tecnificación signifiquen movilidad social y mejora de la calidad de vida.
Ahora, ahora es el momento de abrir espacios para fortalecernos. Hugo hizo una parte importante: cambió la forma de hacer política, abrió espacios alternativos y nos desestabilizó lo suficiente como para que reaccionemos ante la indolencia de un grupo hacia otro, para que la agenda social se entienda como indispensable; pero también nos dejó muchas tareas pendientes –tareas que le precedieron y nunca atacó- y, para mí, la más grande lección: Un hombre no puede gobernar a un país; un hombre con un buen equipo, y unos ciudadanos vigilantes, hacen país. Es el momento de reglas claras, planes claros, agendas frontales y compromisos serios. ¡Cuidado con seguir moviéndonos en el mundo del mercadeo emocional que tanto ha restado! Ahora es el momento.
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