Querida Sra. María:
Ante todo reciba mi afectuosa felicitación por sus 92 años en medio de la salud, la lucidez y el amor de los suyos, entre los cuales me cuento. Quiero, en segundo lugar, agradecerle la solidaridad recibida de usted en estos días a raíz de la polémica suscitada por mi escrito del viernes pasado y que produjo una dura reacción en un sector de la familia Nazoa. Agradecerle también al resto de la familia y en especial a Daniel y a Claudio las hermosas palabras de aliento publicadas en este mismo diario.
No tuve la suerte de conocer a su esposo, pero mi vínculo con usted, sus hijos y nietos es ya familiar, por toda la cercanía que tenemos y el afecto que nos une. Por lo demás, Claudio es como un hermano mayor (muy mayor) y soy padrino de su menor (muy menor) y bella hija. Aunque sé que no es menester, si a alguien tendría que darle yo alguna explicación por mi artículo de la semana pasada es a usted. No solo por haber sido esposa del aludido, sino, lo que es más importante en la vida de un poeta: su gran amor.
Por lo que me conoce, sabe cuánto admiro a Aquiles y cómo ha marcado mi vida su obra y cuántas veces he participado en actividades culturales y académicas para contribuir a mantener vivo su legado. Sabe también que sería incapaz de maltratar su memoria. El viernes pasado, casualmente tratando de eludir el tema de la semana, escribí un artículo sobre el humor de Aquiles. El artículo usaba, casi textualmente, las palabras del poeta sobre el humorismo expuestas en su libro sobre Leoncio Martínez (Leo) y concluí citando su poema “Verbos irregulares”, que trata de esos momentos en los cuales los que escriben, dadas las circunstancias, prefieren no escribir las cosas que llevan “en el seso”. Lo cité porque así me sentía ese viernes: un viernes en el que era preferible abstenerse de decir lo que se pensaba, callarse. Pero ya ve usted cómo es de absurdo este tiempo que vivimos, en el que se condena al que escribe sin siquiera leerlo. No importa de lo que se trate el contenido, porque lo cuestionado no es la escritura, sino el escribidor mismo. Los firmantes de la carta, que se arrogaron la defensa de la memo ria de su difunto esposo, me acusaron de usar a “un muerto para señalar a otro muerto”, sin explicar cuál fue ese señalamiento; pero además, diciendo esto, ellos colocan a dos muertos a firmar la carta (y en este caso sí, a opinar), dos personas con las cuales, además, las diferencias nunca impidieron la amistad y admiración. Frecuenté la casa de Aníbal; juntos hicimos una fugaz reedición de la Cátedra del Humor Aquiles Nazoa y tuve el gusto de escribir a dos manos y media (dos de él y media mía) una parodia del Don Juan Tenorio de Zorrilla, que hicimos en el Aula Magna de la UCV y nos quedó buenísima. Nadie me denunció en ese momento.
Yo no sé qué pensaría Aquiles de lo que pasa en Venezuela hoy; creo que eso no corresponde a nadie establecerlo. Lo que sí sé, con toda certeza, porque he leído su obra, es lo que él pensaba sobre la libertad de expresión y el derecho de las personas de expresar sus ideas sin ser perseguidos, insultados ni agredidos, porque él lo fue y mucho.
Para muestra un botón: en carta a monseñor Hernández, por cuyas presiones abandonó la Televisora Nacional, dice (con su permiso) lo siguiente: “Ahora bien, concedido su derecho de matón ideológico a ordenarle a sus mónagos y sacristanes que me dejen sin trabajo cada vez que lo decida así su criterio de Nuestro Señor de las Batatas, le ruego elaborarme bien especificado el lenguaje en que debo exponerlas una lista de las materias y los asuntos que podría tratar en mis actividades por venir, sin riesgo de que sus ínfulas de cancerbero de la fe (¡!) comprometan mi derecho legítimo al trabajo, ya tan atropellado”.
Por último, como consecuencia de ser condenado y expuesto al desprecio público, mi artículo desató las más variadas y destempladas amenazas desde los sectores vinculados al poder, lo que me lleva a hacer una reflexión final: ¿por qué tanta agresión de parte de quien nada tiene que temer porque tiene todos los poderes bajo su control? ¿Por qué tanto temor al humor y tantas agresiones y amenazas en contra de todos los humoristas y gente de letras? Nunca he promovido y creo que mis colegas de humoradas tampoco el odio ni la intolerancia, siempre muestra de estulticia. Creo que pensar diferente enriquece al ser humano, que podemos respetarnos en las diferencias. Creo en el humor como la autocrítica que se hacen las sociedades para ser mejores y avanzar. Creo que es posible construir una Venezuela de inclusión y sobre todo, de cultura, que eleve nuestro espíritu y nos haga mejores seres humanos, justos, bondadosos y pacíficos, respetuosos unos con otros, auténticos hermanos, ciudadanos civilizados. Esto es lo que trato de promover con el humor que hago.
En todo caso, como vivimos tiempos de poner mejillas hasta 70 veces 7, como decía Jesús, y aunque sé que no fue su caso, señora María, si alguien encontró en mi escrito intenciones diferentes a las aquí expuestas, si a alguien ofendí, de corazón ofrezco disculpas. No era esa, ni con mucho, la intención.
Washington, Oficina Federal de la Agencia, marzo 2013.