Tibisay perdió el barniz que le quedaba y se convirtió en la líder del cuarteto a la hora de amparar todas las irregularidades que desde el gobierno se vienen produciendo en esta precampaña electoral. Antes en el pasado se hizo la vista gorda, ahora se destapó. El brazalete que se colocó con el tricolor del 4F no fue una casualidad. Fue un aviso de lo que venía.
No es un secreto para nadie que las cuatro rectoras del Consejo Nacional Electoral tienen su corazón rojo rojito. Dos de ellas fueron designadas cuando eran militantes del PSUV, violando la Constitución, pero ya sabemos que la Carta Magna en manos del chavismo da para todo. De las cuatro, la más recatada había sido Tibisay Lucena. Desde su nombramiento intentó mantener una postura un poco más elegante, digámoslo así. Parecía que las formas le importaban. Aunque no era independiente, intentaba parecerlo.
Ayer perdió el barniz que le quedaba y se convirtió en la líder del cuarteto a la hora de amparar todas las irregularidades que desde el gobierno se vienen produciendo en esta precampaña electoral. Antes en el pasado se hizo la vista gorda, ahora se destapó. El brazalete que se colocó con el tricolor del 4F no fue una casualidad. Fue un aviso de lo que venía.
El asunto quedó más que evidenciado ayer cuando Tibisay acabó con la única justificación que le quedaba para no aplicar la norma y condenar, prohibir y castigar el ventajismo del PSUV.
El concepto de que el ente electoral “no regula la precampaña” ha servido tantas veces para que las rectoras hayan justificado todos los abusos y no frenar ningún desmán. Ese vaso de cartón lo han usado para hacerse las avestruces frente a las cadenas abusivas; al uso y abuso del Sistema Nacional de Medios Públicos para enaltecer una candidatura y atacar otra, con dinero y hasta eslogan de ser medios “de todos los venezolanos”; al uso de recursos, transportes, espacios del Estado para vulgares mítines electoreros; a un sin fin de descaros de quienes hacen uso del poder público para ensombrecer la democracia y garantizar su continuidad y su dominio.
Tibisay ha guabineado ante todas las denuncias entregadas por la oposición y, en el mejor de los casos, encabezar la labor lenta, cual morrocoya de aquélla niña, para evaluar los casos. El funcionamiento del ente electoral, cuando no conviene al PSUV, es más lento que cualquier tribunal penal, que ya es bastante decir.
Pero ayer fue la guinda. Salió la presidenta del CNE a anunciar que el directorio, con el voto de las 4 defensoras de la revolución, condenaba unos avisos publicados en varios medios impresos, donde se atacaba “la mentira” de Maduro y sus acólitos. Allí no se hacía llamado al voto por nadie, difícilmente constituyéndose como “propaganda electoral”. Además, al ser publicados durante la “precampaña” en teoría no aplica ninguna restricción, o al menos eso nos había dicho hasta ahora Tibisay. Un discurso que ella misma cambió con su reacción inmediata contra avisos publicados ayer mismo.
Esa rapidez la aplicó para contestarle a Roberta Jacobson y su llamado gringo a elecciones “limpias y transparentes” en Venezuela. Quizá si hubiese pensado más su respuesta hubiese admitido que el mismo Centro Carter, que usó para avalar el sistema electoral en su respuesta, ha advertido en sus informes acerca del compromiso político de sus 4 rectoras y su inobservancia de la igualdad institucional. Pero su respuesta fue veloz, como la de ayer. Qué rapidez, y qué envidia.
Ojalá tuviéramos un CNE tan eficiente y tan rápido para contestar los abusos de todos los sectores, como la retransmisión de la cadena presidencial donde el finado llamaba a votar por Maduro, como las cadenas donde ponían al pueblo a llamar a votar por ese candidato, como los avisos pagados en prensa nacional con la cara del fallecido y el lema “Maduro desde mi corazón”, los mismos que forraron postes en las calles. Son tan solo ejemplos de cosas que se repiten desde las anteriores campañas y que quedó denunciado y registrado en la del pasado 7 de octubre. Y no es que Tibisay no se entera, porque se ve que está bastante enterada por los medios, y hasta Vicente Díaz lleva los casos al directorio, como también se insistió ayer, pero ante eso se hace de la vista gorda. Ella y sus colegas rectoras leen la prensa no para enterarse de los abusos, sino para buscar lo que dañe a su candidato y “echarle una ayudaíta”. El ventajismo electoral es la verdadera herencia de Chávez, y Tibisay es la notario que avala su continuidad. La presidenta del CNE mató la única justificación que le quedaba, ahora solo tiene una excusa: el lema “yo soy Chávez”.
Publicado en el diario Tal Cual