En localidades de México y Filipinas, centenares de creyentes flagelan sus cuerpos como mandas. La devoción de diversas religiones trae consigo prácticas que para muchas personas podrían parecer exageras, pero no así para quienes las realizan, pues su fe y amor las llevan a realizarlas sin importar el dolor que éstas les puedan provocar. Así lo reseña un especial del portal TV Notas.
Para los católicos, la Semana Santa conmemora el calvario de Jesús, quien murió crucificado por los romanos para salvación de la humanidad. Por lo tanto se hace referencia a la condena, crucifixión, muerte y sepultura de Jesucristo realizándose durante el llamado Viernes Santo.
En la localidad de Taxco, Guerrero, es una de muchas donde se realizan ritos relacionados con las celebraciones de la Semana Santa, pero a diferencia de muchas localidades cientos de sus habitantes realizan penitencias como flagelar sus espaldas y cargar rollos con espinas de zarzamora de 50 kilos.
Con los pies descalzos y cubiertos del rostro con una capucha negra, ‘los penitentes’ salen a las principales calles de la ciudad a caminar por los empedrados bajo altas temperaturas; además las zarzas son amarradas con un lazo especial que pasa por la boca y no permite que el encruzado pueda juntar los labios durante la procesión, dificultándose la respiración.
Por su parte, las mujeres conocidas como ‘ánimas’ arrastran pesadas cadenas atadas a los tobillos mientras caminan en encorbadas o en cuclillas por las empedradas calles.
Algunos hombres flagelan sus espaldas durante el viernes y la madrugada del sábado.
Los hombres se flagelan por horas.
EN FILIPINAS
Filipinas es otros de los países que ha llamado la atención de católicos y curiosos durante las celebraciones de Semana Santa, pues una de sus principales prácticas es la flagelación de adultos por parte de niños, durante el Jueves Santo.
Filipinos se dejan azotar por niños durante horas.
Pero también los devotos cargan pesadas cruces durante varios kilómetros, mientras son flagelados y durante el Viernes Santo se crucifican con la creencia de que ello les traerá salud para ellos y sus familias.
Los penitentes son clavados a las cruces de madera de unos 4 metros de altura, sus manos y pies son perforados con clavos previamente esterilizados, de unos 12 centímetros de largo; así permanecen 10 minutos, algunos de ellos cubren su rostro con capuchas para evitar que la gente vea sus muecas de dolor.