El presidente Hugo Chávez no fue embalsamado como dijo Nicolás Maduro ni bajará de los cielos con Jesucristo en el Juicio Final como pretende el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, ni debe haber sido recibido en el cielo por Bolívar y otros próceres políticos y religiosos venezolanos como describe el video de la televisión gubernamental. Pero, igualmente, la maquinaria chavista está jugando con armas de la religiosidad popular, la propaganda y el sentimiento de la gente para convertirlo en símbolo viviente de la campaña electoral.
Sin Chávez, Maduro no se siente seguro frente a Enrique Capriles, con Chávez difícilmente habrá otro resultado que su victoria, de ahí la necesidad de que el duelo por Chávez continúe, tal cual la necesidad de un deportista de consumir esteroides para mejorar su rendimiento y posibilidades de ganar.
Que haya gente que lo ubique a Chávez tan profundo en sus sentimientos como a cualquier imagen de veneración debe ser entendido y respetado. Pasó ya con varias imágenes de personajes y figuras de otros países, como el caso de Evita en Argentina, a quien muchos, todavía ahora, le anteceden el adjetivo santa, antes de citar su nombre, o critican a la Iglesia por no haber hecho nada por beatificarla.
Pero más allá del entendimiento por la gente que ha tenido y siente una conexión especial con Chávez, lo que no puede ser respetado es la manipulación que de su imagen hace el gobierno con tal de hacer cualquier cosa para lograr la victoria. De la misma forma en vano que lo hacía Chávez, con tal de envolver su enfermedad y vida en una burbuja de religiosidad, esa misma soberbia la está usando Maduro a su favor. El otro día en campaña proselitista – contraria a las disposiciones vigentes – habló de resurrección de Chávez y si bien no aludió el tema directamente como la estupidez de presidente iraní, utilizó el verbo para confundir y manipular a la gente. Maduro dijo que el 14 de abril se verá el triunfo chavista como la “revolución de resurrección”, hablando en términos de paz y amor, como si estuviera en una parroquia católica o en un templo evangélico en lugar de en plena calle y en campaña proselitista.
Esto, horas antes de que la televisión gubernamental – no existe TV pública en Venezuela – Vive TV, sin ningún tipo de tapujo mostrara un video de dibujitos animados en el que Chávez entra a los cielos y se sorprende por estar en compañía de Simón Bolívar, Ernesto “che” Guevara, Salvador Allende, Augusto César Sandino y Eva Perón, entre otras figuras.
Lo mismo está ocurriendo ahora en el Cuartel de la Montaña, donde el chavismo ha permitido a la gente la construcción y uso de un pequeño oratorio llamado “Santo Hugo Chávez”, una pequeña capilla precaria con techo de hojalata, que sirve a los peregrinos para depositar sus ofrendas y elevar plegarias a quien ya consideran más santo que a cualquier otro.
Seguramente este será el lugar de oración y culto que Maduro escogerá apenas termine la elección y se sepa de su posible triunfo, para venir a agradecer al comandante y seguir prometiéndole un liderazgo leal a los ideales que implantó en vida. La gente delirará y Chávez seguirá resucitado para muchos quienes le deben haber recuperado su dignidad que otros gobiernos no supieron darle.
Lo más lamentable es que el nombre de Chávez en vano seguirá utilizándose para tapar todo lo que Chávez y su movimiento autoritario – como otros populismos – ha hecho para continuar en el poder, como la utilización de los recursos públicos de todos los venezolanos y la usurpación de todos los poderes del Estado para su propio beneficio.
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