Todavía tarda algunos segundos en reaccionar cuando la gente lo llama “presidente”, cuando una multitud vestida de rojo clama su nombre o cuando una anciana le mete un papelito en el bolsillo pidiéndole una casa o una pensión.
Beatriz Lecumberri/Afp
Nicolás Maduro, presidente interino de Venezuela, candidato a presidente y por encima de todo “hijo” político del fallecido Hugo Chávez, parece atravesar varios estados de ánimo en este día que pasa en Barinas, en el oeste de Venezuela, tierra natal del fallecido presidente.
El aplomo que quiere mostrar deja entrever el peso abrumador de la responsabilidad, la obediencia a la voluntad de Chávez se mezcla con la falta de ambición de un hombre que admite nunca quiso ser presidente, el luto por la muerte debe conciliarse con la energía positiva que tiene que irradiar una campaña presidencial.
“Recorrimos estas tierras muchas veces con nuestro comandante y venir acá, más que los recuerdos, remueve el compromiso que tenemos de profundizar su legado”, asegura, emocionado, al aterrizar en la que califica “cuna de la revolución bolivariana”.
Conduciendo él mismo el autobús que transporta a los miembros del gobierno, Maduro llega al polideportivo donde se dirigirá a varios miles de personas y provoca un estallido muy similar al que generaba la irrupción de Chávez en este tipo de eventos. Maduro parece contagiarse por esa euforia.
Su figura imponente salta, zapatea, baila música llanera y corea las canciones de la campaña para las presidenciales del próximo 14 de abril, en las que parte como claro favorito.
“Es el único de los nuestros que podía, con su presencia y su discurso, generar tanto entusiasmo”, admite un miembro del gobierno.
Chávez probablemente también lo sabía cuando lo eligió como sucesor el pasado diciembre si la enfermedad le impedía seguir gobernando. Pero Maduro no es ni será Chávez. Él lo sabe, el gobierno lo sabe y la gente que lo escucha en Barinas lo sabe también. La comparación, más que odiosa, es en este caso inevitable.
Entre los asistentes las fotografías de Chávez son mayoritarias, el himno nacional venezolano suena entonado por la inconfundible voz del presidente fallecido y Maduro multiplica las referencias hacia su mentor político y cita casi literalmente algunas de sus frases.
“Aquí hay dos modelos: el socialista y el imperialista”. “Ustedes deberán elegir entre el hijo de Chávez o un burguesito”, clama, refiriéndose al candidato opositor Henrique Capriles.
El vacío dejado por Chávez con su muerte el 5 de marzo es doloroso y palpable entre los asistentes, que vieron en numerosas ocasiones al fallecido líder y no consiguen retener las lágrimas.
“Yo no le voy a fallar a Chávez y votaré por Maduro”, afirma Elena Vargas.
A la pregunta de si Maduro será capaz de seguir adelante en el camino iniciado por Chávez, la respuesta parece ser unánime. “Chávez sólo hay uno, eso está claro, pero Maduro se comprometió a cargar ese morral lleno de amor y patria que tenía Chávez y lo va a hacer. El pueblo le ayudará”, afirma, convencido, Rafael Delgado, ondeando una banderola con la imagen del fallecido presidente.
“Esta revolución no se puede dejar vencer por la tristeza”, afirma, llorosa, Carmen Vega, repitiendo el lema de la campaña: “Chavez, te juro, mi voto es por Maduro”.
Maduro parece ser la prolongación de Chávez y a él no parece importarle.
“Me critican porque nombro mucho a Chávez pero debería nombrarlo un millón de veces porque lo recuerdo en cada acto, en cada momento. Siempre lo necesitaremos”, afirma, mientras Adán Chávez, hermano mayor del fallecido presidente, asiente complacido.
“Chávez” es sin duda la palabra más repetida de este acto político multitudinario. Como si el fallecido presidente volviera a ser de alguna forma el candidato del 14 de abril, una estrategia repudiada por la oposición venezolana que se esfuerza en concentrar su campaña en la valía del candidato Nicolás Maduro.
“Ahora más que nunca con Chávez”, “Con Chávez y Maduro el pueblo está seguro”, “Chávez vive, la lucha sigue”, corean los asistentes.
El objetivo de Maduro es batir un récord de votos a favor del chavismo. “Que los ocho millones de votos (logrados en las presidenciales de octubre de 2012) se conviertan en 10 millones”, lanzan los asistentes a este acto político en Barinas. Lograrlo sería legitimarse como líder ante los venezolanos y ante gobierno y compañeros de partido.
El discurso de Maduro dura poco más de una hora, nada comparado a las maratónicas intervenciones del fallecido jefe de Estado. Al final, no hay “patria socialismo o muerte” ni tampoco “viviremos y venceremos”, consignas usadas durante años por el gobierno. Un rotundo “Viva Chávez” parece resumir por ahora el sentir del candidato.