Arrancó la brevísima campaña en Venezuela, con Chávez nuevamente como
protagonista. La muerte presidencial generó una importante conmoción
en la vida nacional como correspondía a quien fuera actor omnipresente
del país durante quince años. El cronograma electoral coincide con el
luto, una ola emocional de alto impacto que Nicolás Maduro debería
surfear. La estrategia del oficialismo es muy sencilla: Maduro es
legítimo heredero de Chavez y exige se cumpla su testamento político.
Sólo eso. Sencillo y poderoso, sobre todo cuando se cruza con la
fuerza del petro-estado a favor de su campaña electoral.
Tras su fallecimiento hace un mes escaso, con una agenda pública
totalmente secuestrada por la muerte del líder y unas elaboradas
pompas fúnebres de escala global, las encuestas sugerían que el mejor
candidato opositor perdería la elección con no menos de 20 puntos de
distancia. Ello lo sabía, mejor que nadie, Henrique Capriles, un
informado lector de encuestas, pero en una actitud valerosa que le
honra, Henrique decidió ser Político.
Hay políticos y Políticos. Mientras que los políticos siguen a la
opinión pública, los Políticos la lideran. Los políticos tienen
encuestas, los Políticos tienen convicciones. Durante demasiado tiempo
en la oposición venezolana nuestros políticos hacían lo que sugerían
las encuestas, sin atreverse a contrariarlas. Capriles aceptó la
nominación opositora manejando una importante idea-fuerza, que le
impuso una dimensión épica y ética a su contienda, su exigencia de
imponer la verdad frente al engaño. Toda política es moral, afirma el
filólogo George Lakoff a manera de axioma. Y la aspiración a la verdad
es una discusión profundamente ética.
Los manejos de la comunicación oficial durante los últimos meses de la
enfermedad de Chavez estuvieron plagados de inexactitudes y
contradicciones. Dos terceras partes del país cree que se mintió
deliberadamente durante las últimas semanas del Presidente Chavez,
ello incluye a parte importante del chavismo. Capriles busca partir de
ese consenso y tratar de convertir en un boomerang hacia Maduro los
excesos en la manipulación emocional.
No es la búsqueda de la verdad, en añadidura un tema inasible y
desconectado de los problemas cotidianos. Maduro como encargado de la
presidencia realizó una devaluación cambiaria de gran magnitud y
consecuencias tangibles en el costo de la vida. Como si fuera poco lo
hizo afirmando que era Chavez quien habría ordenado y planificado la
devaluación, desde el que luego se sabría era su lecho mortuorio. Si
Maduro mintió entonces no hay razones para suponer que no siga
mintiendo.
El eje discursivo de la mentira vs la verdad es potente porque hay
cinco elementos fundamentales en una contienda electoral, y éste los
toca a todos: 1. los valores, pues cada tema de política pública es en
el fondo una discusión ética, 2. la conexión de los valores con la
vida cotidiana del elector, 3. la autenticidad del mensaje, o su
credibilidad, 4. la confianza en el candidato, vinculada al punto
anterior y 5. la identificación con el mensajero (que en buena medida
se deriva de los puntos anteriores).
Por otro lado los contenidos discursivos de Maduro en la campaña
vienen mostrando una banalización acelerada de la revolución. Chavez
tenia densidad aunque la matizaba con buena capacidad de trasmisión.
En lo que hemos visto hasta ahora en Maduro no hay densidad alguna
(los Bigotes 2.0, el chapulín colorado, las bailantas de la obsesión
de Nicolás, las incursiones de Winston Valenilla y demás de la
farándula para culminar con “el pajarito que se le apareció como el
espíritu de Chavez”). Además de trivializar la revolución a toda
velocidad muchas de estas fórmulas “ligeras” contravienen el sentir
luctuoso del chavismo.
Este proceso electoral es muy singular, entre otras cosas porque la
campaña dura casi tanto como las exequias del expresidente. Sin
embargo la crisis económica en puertas amenaza con interrumpir la
sensación de relativo bienestar del venezolano. Aún cuando la agenda
pública esté signada por la muerte de Chavez, los problemas reales
(económicos y de inseguridad) son tan apremiantes que podrían aflorar
y estropear el cuidadoso cálculo con que el oficialismo planificó el
cronograma electoral. El gobierno de Maduro pierde apoyo a un
vertiginoso ritmo de cinco puntos semanales, y una reciente encuesta
encargada por la petrolera estatal PDVSA habla de sólo 7 puntos de
distancia le favorecen. Maduro sólo tiene a su favor que la campaña es
muy breve…
Carmen Beatriz Fernandez preside la consultora DataStrategia y es profesora de comunicación política en el IESA.