El 14A, una batalla por el alma de Venezuela

El 14A, una batalla por el alma de Venezuela

La pelea por la presidencia de Venezuela, rodeada de emociones encontradas tras la muerte de Hugo Chávez, se ha convertido en una batalla espiritual por el futuro de un país con graves problemas terrenales que el domingo optará por extender la revolución socialista o cambiar radicalmente el rumbo, reseña Reuters.

Por Enrique Andres Pretel/Reuters

Lejos de relajar las pasiones, el fallecimiento del carismático y polémico líder el 5 de marzo tras una dramática batalla contra el cáncer ha avivado los rencores entre los que defienden sus casi tres lustros de “revolución” al servicio de los pobres y los que creen que se trata de un gobierno de corruptos que dilapidó la enorme riqueza petrolera del país.





Tras diez días de agresiva campaña, los sondeos otorgan su protegido Nicolás Maduro una amplia ventaja para tomar la posta del mandato que ganó Chávez hace seis meses para gobernar hasta el 2019, mientras el aspirante opositor Henrique Capriles aún confía en un último acelerón para dar la sorpresa en las urnas.

(Reuters)

 

Autoproclamado como el primer apóstol del chavismo sin Chávez, Maduro invocó sin descanso al “Comandante Supremo” para mantener unidas las filas oficialistas mientras blandía el mismo “Programa de la Patria” que firmó de puño y letra su mentor el año pasado para hacer irreversible el socialismo en Venezuela.

“El inmortal Hugo Chávez dirige estas batallas desde el puesto de comando que se ganó al lado del Cristo Redentor. Nosotros estamos obligados a avanzar”, resumió Maduro, de 50 años, quien trató de imitar el singular estilo épico y desenfadado que hizo famoso al militar bolivariano.

Tras la conmoción que generó la muerte del presidente, Capriles mostró su versión más combativa para denunciar la corrupción e ineficiencia del Gobierno, buscando agitar la tradicional desconfianza de la propia base oficialista hacia el grupo de ministros y funcionarios que rodeó a Chávez.

“Esta lucha no es fácil, es contra los poderosos. Yo la califico como una lucha espiritual”, dijo el gobernador de 40 años, quien acusó a Maduro de ser marioneta del Gobierno cubano, criticó al ente electoral por permitir a su contendor el uso de recursos del Estado en la campaña y pidió la dimisión de un politizado alto mando militar.

La región observa de cerca la transición en el país con las mayores reservas mundiales de crudo, donde el intempestivo deceso de un mandatario que sembró amores y odios más allá de sus fronteras tiene en suspenso vitales acuerdos para algunos de sus aliados izquierdistas como Cuba, Bolivia y Nicaragua.

El ganador heredará unas finanzas muy vulnerables a la oscilación de los precios petroleros, lastradas por una creciente deuda externa, graves distorsiones cambiarias y un sector privado mermado por los múltiples controles con los que el Gobierno quiere encauzar la migración hacia el socialismo.

Ambos bandos hicieron votos para aplacar el crimen, detener la inflación, asegurar el abastecimiento de alimentos y dar continuidad a las populares “misiones” sociales de Chávez en educación, salud y vivienda. Pero las propuestas concretas quedaron sepultadas bajo los insultos y descalificaciones.

El antichávez y los enchufados

En una versión comprimida de las presidenciales de octubre del 2012, los candidatos llevaron su incendiario cruce de ataques personales a lo largo y ancho del país caribeño, azuzando la polarización desde la Amazonia hasta los Andes en masivas marchas, sin palabras de entendimiento ni espacio para la reconciliación.

Con el chavismo todavía llorando la muerte de su fundador, Maduro acusó a la “oligarquía” y “al imperio” de buscar el caos asesinándolo a él y a su rival, saboteando el sistema eléctrico y fraguando un golpe de Estado como el que en abril del 2002 derrocó a Chávez por 48 horas.

El presidente interino asegura que un triunfo de Capriles pondría fin al proyecto de justicia social que impulsó su maestro y no duda en catalogarlo de “burguesito”, “príncipe de Nueva York” e “hijo de Hitler” -pese a que sus abuelos maternos son judíos de origen polaco que huyeron de la Alemania nazi-.

“Así como existe Cristo y el Anticristo en la región, en la política venezolana está Chávez y está él, ‘el Antichávez’, el fariseo, el farsante”, clamó el fornido ex chofer de autobús y antiguo líder sindical, quien exhibe credenciales chavistas al recordar sus humildes orígenes en el seno de una familia obrera.

Por su lado, Capriles ha tratado de subir el voltaje a la indignación opositora ante la glorificación de quien vieron como un autócrata y denunció la posibilidad de manipulación de las máquinas de votación, el abuso de los recursos públicos y la ingerencia cubana en asuntos de seguridad nacional.

Sin la presencia de Chávez, cuya conexión con los pobres hacía más arriesgada la confrontación directa, el gobernador de Miranda califica de “vago” a su rival, señala al presidente de la petrolera estatal como “el hombre más rico de Venezuela” y clama contra una elite de “enchufados” a los privilegios del poder.

“Son un grupito que dicen ser socialistas. Vean ustedes cómo viven, vean ustedes en los carros que andan, cuéntenle cuántos escoltas tienen, cuéntenle los viajes que han hecho, conocen más el mundo que Venezuela”, aseveró Capriles, a quien sus enemigos recuerdan que procede de una acaudalada familia de empresarios.

Aturdidos por el estridente ruido electoral, los venezolanos acuden a los decimosextos comicios en 14 años.

Unos van a jurar lealtad con su voto a quien consideraron algo más que un líder y otros seguirán abogando por un cambio radical de rumbo, pero todos con la certeza de que el país cierra una era en las urnas.