Uno de los temas de cultura política y ciudadana que han atrapado mi atención desde mis inicios como columnista y amante de la venezolanidad, ha sido tratar de comprender qué es ser venezolano. Un concepto que no se define en pocas líneas, porque más que una definición, es un sentimiento que no se decreta, sino se vive cada día.
Partiendo de un análisis histórico, muchos se anclan en la irreverencia del venezolano. Un carácter rebelde y contestatario que nació el día que nuestros colonos pisaron tierra de gracia, y se extendió por los tiempos desde Arichuna, Catia, Guaicaipuro o Tamanaco, pasando por nuestros próceres Bolívar, Páez, Sucre o Miranda, nuestros urogallos Boves, Zamora, Ribas o Piar, o los caudillos Monagas, Castro, Guzmán o Gómez… Nuestro proceso de emancipación registró innumerables episodios impregnados de conjuras, montoneras, conspiraciones y golpes de Estado, que hablan con elocuencia del perfil ingobernable de nuestra composición social. No por casualidad sumamos 27 constituciones y 4 Repúblicas, que aún no registran un verdadero orden liberal… Una capitanía general que no llegó a tener la jerarquía de virreinato, y que tuvo como primer acto de desobediencia civil, aquel 19A de 1810, cuando de la mano del padre chileno Madariaga, un pueblo reunido en una plaza despachó las intenciones de mando del marino Vicente Emparan. A partir de este acumulado de resistencia y displicencia grupal, la venezolanidad ha consistido en un continuo de desagregación, aderezado de lucha de clases, mestizaje y fascinación épica por el hombre a caballo, que nos une y nos divide a la vez.
Los venezolanos somos expresión irreductible de atrevimientos incorregibles y pasiones matizadas de nobleza. EL desafío de nuestra coyuntura histórica, es redireccionar esa carga emocional de pasados vetustos y ataviados de violencia, que algunos alborotan, pero pronto sabemos redimir con un pocillo de café… Herrera Luque concentró en Boves, el odio y la venganza que arrastra nuestro plasma originario; un personaje irreverente que representa los sentimientos de desquite del caudillo asturiano, que mucho abarcaron la lucha independentista y que aún nos atrapan hasta nuestros días.
En Los Amos del Valle y La Huella Perenne quedaron registrados nuestras conductas paranoides. En Viajeros de Indias nuestro primitivismo atávico. Una forma ingeniosa de unir fábula con realidad… . Ramón J. Velásquez predijo que Herrera sacó a flote cinco siglos de resentimiento social de las clases más desposeídas y del desprecio que sentían los mantuanos por los pobres. Ningún historiador lo había hecho antes. Nosotros aún nos negamos a reconocerlo. Esa es la brecha. Todos somos venezolanos. ¡Votemos!