El museo de prehistoria, etnografía y colecciones africanas de El Bardo reabre hoy sus puertas para mostrarse a sí mismo, sin exposición alguna que lo vista, tras seis años de restauración, tres de ellos de forzada clausura.
Jorge Fuentelsaz/EFE
Los ricos azulejos geométricos y con motivos vegetales de esta casa palaciega levantada en el siglo XVII, sus soleados patios abiertos, las laberínticas escaleras y pasillos que la recorren, sus salas escondidas o los arcones labrados al estilo bereber que guardan algunas de sus estancias, serán las únicas obras que mostrará el museo hasta 2014.
“Es una ocasión para el público para venir a visitar el museo como monumento, como obra arquitectónica, artística e histórica, ya que se trata de un antiguo edificio que se remonta al siglo XVII”, subrayó a Efe la directora de El Bardo, Fatima Azzoug.
Al igual que los mosaicos que siembran los suelos de sus salas, el museo-palacio está formado por una sucesión de edificaciones que se superponen, y que fueron emprendidas por sus distintos dueños, desde el emir tunecino Mustafa Ben Omar, que se cree su fundador, hasta la familia francesa Joret, que a principios del siglo XX vendió a las autoridades coloniales galas el inmueble.
La arquitectura y el arte otomano de la época se mezcla con la influencia de los moriscos huidos de España en los siglos XVI y XVII, así como con distintos estilos de los siglos XVIII y XIX o los azulejos importados de Holanda, Túnez, Marruecos, Irán o Turquía.
“Una de las principales dificultades (antes de acometer la restauración) fue la documentación, no hay mucha, hay algunos autores que describen cómo se encontraba pero no dan información útil para la restauración”, comentó a Efe el jefe de la oficina encargada de los trabajos de rehabilitación, Abdelhakim Hameg.
Azzoug explica que esto se debe a que al haber sido una casa privada hasta el siglo XX, sus dueños fueron haciendo ampliaciones “según sus gustos y necesidades, pero sin documentarlas, al contrario de lo que ocurría con los edificios públicos”.
Debido a esto, asegura Hameg, el estudio preliminar se extendió durante tres años antes de poder abordar los trabajos, que cuentan con un presupuesto de 190 millones de dinares argelinos (alrededor de 2.500.000 dólares).
“Es el mayor proyecto de restauración de estas características ejecutado en Argelia, tanto por su magnitud como por su coste”, subrayó la directora.
Azzoug también explicó que los trabajos incluyen el acondicionamiento y seguridad de todas las salas de exposiciones, así como del amplio jardín, donde los distintos ocupantes de El Bardo transplantaron árboles del resto de África y de Europa.
El 95 por ciento de las intervenciones realizadas han sido llevadas a cabo por expertos argelinos, comentó Hameg, que agregó que “se han empleado las técnicas utilizadas en los distintos momentos”, lo que “ha supuesto una oportunidad de recuperar el saber hacer de la época”.
No obstante, como asegura la directora de El Bardo, algunas cuestiones fueron encargadas a especialistas de otros países, como la restauración de la piedra, llevada a cabo por españoles, la deshumidificación o la climatización de las salas, encargada a empresas holandesas y francesas.
“Ha sido un gran reto para nosotros y estamos muy orgullosos”, declaró Azzoug, que apostilló que la restauración de El Bardo forma parte de un programa del Ministerio de Cultura para adecuar los museos nacionales a los parámetros internacionales.
Hameg destacó, por su parte, que la singularidad de El Bardo, cuyo nombre parece haber derivado de la palabra española “prado”, en referencia a sus jardines, radica en su ubicación, una zona espaciosa a las afueras de la muralla.
Según el experto, aunque El Bardo comparte el mismo estilo arquitectónico que otras casas palaciegas construidas intramuros, como Dar Aziza, o la sede del Museo de Artes y Tradiciones Populares (ambos en la Casba), este posee unos patios más abiertos y espaciosos y un amplio jardín que necesita un sistema de canalizaciones particular.
La reinaguración oficial del museo, que abrió sus puertas por primera vez en 1930 con motivo de los 100 años de la ocupación de Argelia por los franceses, coincide con el Día Internacional de los Monumentos y Sitios.
Sin embargo, las salas de El Bardo no acogerán al público hasta este domingo y las piezas y obras que albergaba el museo, como la tumba de la mítica reina tuareg Tin Hinan, aún permanecerán almacenadas, al menos, hasta 2014, esperando regresar a su renovada y suntuosa casa palaciega de El Bardo. EFE