Los pésimos resultados comiciales causaron los efectos de una bomba atómica. El artefacto les estalló en la cara sin que se lo esperaran. Se dejaron convencer por los encuestadores tarifados que les pintaron un país inexistente. Que les hablaron de un triunfo cómodo. Los electores no cedieron a la extorción, ni cedieron a las presiones. Los cómputos del 14-A les mostraron lo difícil que resulta construir un liderazgo sólido y creíble. Esa conquista requiere talento y dedicación. Se dieron cuenta de que la rueda de la fortuna giró. Ahora son ellos quienes carecen de un líder con proyección nacional, mientras la oposición, luego de muchos años –probablemente desde la época en que el escenario era dominado por Carlos Ortega- por fin cuenta con un dirigente de compacto, probado en duras campañas electorales, exitoso gobernador instalado en el ánimo de millones de venezolanos.
El reto que confrontan los herederos es cómo destruir al nuevo líder sin pagar las consecuencias de su obsesión autoritaria. Optaron por la amenaza, el acoso, la descalificación. Para llevar a cabo la misión destrucción se valen de personajes siniestros, que representan el factor más descompuesto y detestado del chavismo. A estos seres, que parecen provenir del inframundo, les toca ejecutar la venganza. El combustible que los mueve es la mezquindad, el odio y el resentimiento. Hasta ahora se han movido en el plano de los insultos. Aterrorizan con chantajes. Juran que le abrirán juicios penales a Capriles. Que lo meterán preso. Que ya fue construido el calabozo que lo alojará. Que su uniforme de presidiario ya fue confeccionado. Que el barbero que le cortará el cabello compró hojillas y tijeras nuevas. Se valen de todos los agentes del régimen para llevar adelante la retaliación: la Fiscal, la Defensora del Pueblo, el Presidente de la Asamblea Nacional, la ministra del Sistema Penitenciario. Cada funcionario cumple una función específica dentro de un guion que, sin duda, fue elaborado por los cubanos. Por cierto, a Capriles el régimen lo quiere ver preso, no privado de libertad como reza el eufemismo utilizado por esos déspotas para referirse a los miles de detenidos en las cáceles venezolanas, de las peores de América Latina.
Las acusaciones contra Henrique Capriles persiguen devaluarlo y amedrentarlo. La táctica no les ha funcionado. Se encontraron con un dirigente con un espíritu de lucha y una vocación de poder inquebrantables. No es de los que salen a esconderse en una embajada ante la primera agresión. El excandidato les ha plantado cara. Les ha demostrado que quiere ser Presidente y que posee el coraje y la claridad para serlo.
En los próximos días veremos maniobras más ruines en su contra. La infamia de los sargentos se multiplicará en la medida que el reclamo por una auditoría transparente suba de tono y la consistencia de Capriles se mantenga intacta. El joven gobernador aprendió a moverse con destreza. Pareciera consultar cada uno de sus pasos y buscar el respaldo de su entorno antes de cada declaración importante. Las MUD luce cohesionada en torno al candidato que fue despojado del triunfo que el pueblo le concedió. La relación entre la Mesa y el líder con armonía. En el trasfondo se encuentra el macizo y profundo arraigo popular que Capriles cultiva con esmero.
En este cuadro, ventajoso para la oposición, resulta muy difícil que la venganza de unos herederos tan ramplones pueda consumarse.
@trinomarquezc